Del crimen de la Dalia Negra a la maldición de Supermán o la adicción de Bela Lugosi, Hollywood ha generado historias truculentas y leyendas negras que han suscitado aún más interés que su lado brillante y glamuroso. El periodista Alexis Puig las resume en el libro "Hollywood sangriento: crímenes, rituales y maldiciones en la meca del cine" (DNX).
Casos recientes como el disparo mortal perpetrado por Alec Baldwin en el rodaje de la película "Rust" o el juicio a Harvey Weinstein por violación y otros delitos sexuales se suman a un historial que dejó una de sus páginas más negras una mañana de enero de 1947, cuando apareció en las calles de Los Ángeles el cuerpo desmembrado de Elizabeth Short.
Short era una aspirante a actriz de 22 años que a los 19 viajó de Massachussets a California dispuesta a cumplir su sueño. Su cuerpo apareció cortado por la mitad, drenado de sangre, con órganos externos mutilados y otros internos extraídos.
El salvajismo del crimen, que nunca fue resuelto pese a que se interrogó a decenas de sospechosos, causó una profunda conmoción en aquellos días, una huella acrecentada en el tiempo con la novela sobre el caso que escribió James Ellroy en 1987 y la película de Brian de Palma de 2006.
En el caso de Bela Lugosi la tragedia vino marcada por un fatídico rechazo y la adicción a la morfina. El actor húngaro que emigró a Alemania y de ahí a un Estados Unidos en pleno desarrollo de su industria fílmica, fue lanzado al estrellato por el director Tod Browning, quien lo fichó para su adaptación cinematográfica de "Drácula" (1931), película que inició el mítico ciclo de monstruos de Universal.
En su momento de mayor gloria, Lugosi rechazó encarnar al monstruo de Frankenstein en la siguiente película del estudio, papel que fue a parar a Boris Karloff y ahí empezó su caída en picado. Adicto a la morfina, llegó un momento en que decidió internarse en una clínica de rehabilitación.
Pero la abstinencia hizo mella en su salud mental. Puig relata cómo pasó sus últimos días creyéndose el conde Drácula y, alucinado, intentaba morder el cuello de las enfermeras que lo atendían.
La fatídica muerte de James Dean en 1955 al estrellarse a toda velocidad en el mismo Porsche que años después le rompió las dos piernas al mecánico que lo reparaba, al caerle encima, o el asesinato de Sharon Tate por Charles Manson y sus acólitos son otros de los casos más célebres.
En ocasiones el aura de maldición ha rodeado a las propias películas, como es el caso de "Superman" o "Poltergeist".
Jerry Siegel y Joe Shuster, creadores del personaje de cómic más célebre de todos los tiempos, vendieron su criatura a Detective Comics Inc por 130 dólares. Tras reclamar a la justicia recibieron una compensación de 94.000 dólares y cuando Warner Bros lanzó la primera película en 1975, Siegel publicó una carta maldiciéndola.
Christopher Reeve, el actor que popularizó como ningún otro al héroe americano, tuvo un accidente a caballo en 1995 que lo postró en una silla de ruedas y murió a los 52 años por un ataque cardíaco. Pero antes que él, Georges Reeves, el primer Supermán del cine, murió misteriosamente a los 45 años y nunca quedó del todo claro si fue un suicidio o el crimen de una amante despechada, según Puig.
En el caso de "Poltergeist" (1982), el filme de Tobe Hopper producido por Steven Spielberg sobre una familia de clase media que al mudarse a las afueras comienza a vivir una serie de fenómenos paranormales, la "maldición" cayó sobre varios de sus protagonistas.
La angelical Heather O'Rourke murió con solo 12 años de un paro cardíaco tras una obstrucción intestinal. Dominique Dunne, que interpretaba a la hija mayor, murió asesinada por su expareja a los 23 años, y Oliver Robbins, el hijo del medio, no murió pero estuvo a punto, estrangulado en un rodaje, a causa de un error eléctrico, por un payaso mecánico.