Estuvo en la masacre de Burundi, en África, en el año 1984 y a lo largo de su vida ha viajado a otras zonas de conflictos bélicos por todo el mundo en distintas misiones de las que ha salido indemne. Nunca a lo largo de sus 66 años le había ocurrido nada. Las cosas cambiaron hace una semana, el pasado martes, cuando tras la misa de la Basílica de la Merced y, como cualquier otro día, se dirigía a desayunar a un bar de San Mateo donde suele parar. El padre Juan Carlos Mancebo, párroco del Corpus Christi y religioso mercedario, iba de paisano, pero a la salida de la basílica ya vio a los dos individuos que instantes después se ensañaron con él. “Yo me fui antes que fray Felipe para ir cogiendo sitio y di un paseo para adelantarme con la mala suerte que en mitad de la calle Cordobeses estos dos individuos que ya había visto al salir de la basílica me agarraron a la fuerza, me tiraron al suelo y me inmovilizaron. Me debieron seguir”, cuenta a Información.
Se encuentra “un poco mejor” de la paliza que recibió, en la que le rompieron la nariz, pero las secuelas emocionales van por dentro. “Estoy sobrellevándolo”, explica. Su rostro está “deshinchándose” y “menos amoratado”, y esta semana tiene cita con el otorrino para que le vean la nariz. En principio no habrá que operar pese a la fractura.
“Supongo que debieron ver en mí a una buena víctima, aunque creo que no sabían que era sacerdote. Si me hubieran pedido la cartera, se la hubiera dado y aquí paz y después gloria”, relata. Sin embargo, cuando se la exigieron a gritos ya se habían cebado con él. Ni puso impedimento ni estaba en condiciones de hacerlo. Fue todo muy rápido, relata, y no había gente pues no eran ni las nueve de la mañana.
“Lo hicieron todo sin mediar palabra, es la técnica que tienen, dejarte atontado para que luego no les reconozcas si hay una rueda de reconocimiento, pero se ensañaron conmigo en muy poco tiempo, dándome golpes”, detalla.
Nunca hasta ahora “me habían tocado la piel”, ni había sufrido una agresión, por eso estos días “me cuesta asimilarlo” tras 15 años viviendo en la que este madrileño considera su tierra de adopción, que se ha volcado desde que se conoció el suceso. “Estoy muy agradecido por el calor humano de la gente de Jerez; he recibido infinidad de llamadas de solidaridad y de preocupación estos días a mi persona, al padre Felipe. Lo puedo decir con mucho orgullo”, señala agradecido.
Ahora lo que espera es que este episodio “sirva para algo”, en la medida de que no se vuelva a repetir o, como él precisa, “que se repita lo menos posible”, y se refuerce la seguridad en la zona. “Al párroco de Los Descalzos, Antonio López, también le pasó algo similar pero le pudieron defender porque había gente, y los vecinos de la zona también lo han comentado, que han notado más inseguridad, también ha habido robos en una farmacia de San Mateo…”.
Ahora lo que quiere es recuperarse y volver a hacer “vida normal” poco a poco. Admite que tras lo ocurrido “me queda un poco de miedo” pero también sabe que es cuestión de tiempo lo que necesita para reincorporarse a sus quehaceres diarios.
El mismo día de los hechos tras salir del Hospital de Jerez, donde permaneció toda la mañana, se dirigió a Comisaria a poner una denuncia. Por el momento, hay una investigación abierta, pero no se han producido detenciones.