Lola Flores no dejó a nadie indiferente en vida y ocho meses después de su apertura puede ya asegurarse que el museo que ocupa la antigua Nave del Aceite de la plaza Belén tampoco lo hará. Al menos así lo certifican las reseñas escritas por sus visitantes en diferentes plataformas, que se antojan el mejor termómetro posible del nivel de acogida de este nuevo equipamiento cultural.
Hay de todo. Desde quienes reconocen haberse emocionado al recorrer sus salas hasta aquellos que desaconsejan la visita por considerar que el contenido no responde a las expectativas que les había generado el museo. En una cuestión sí parecen coincidir muchos visitantes, y es que quizá el precio de 10 euros se antoja excesivo para un centro de estas características, sobre todo si se tiene en cuenta que el museo de Camarón de la Isla de San Fernando es de acceso gratuito.
En Google se contabilizan a día de hoy 188 reseñas. El centro cultural obtiene una puntuación de 4,5 sobre 5 y se apunta que el visitante suele emplear hora y media en recorrerlo. ¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles del museo? Pues son los propios visitantes quienes dan pistas sobre los aspectos positivos y negativos de este equipamiento.
Jessica recomienda “cien por cien” la visita porque aunque el museo “es pequeño” es también “muy completo”. Destaca su interactividad y la posibilidad que ofrece de sumergirse en la vida de La Faraona, algo que considera “un regalo”.
Para Carolina, “la única pega es el precio”, 10 euros por algo “tan cortito” aunque “interesante, bonito y muy bien narrado”.
A pesar de todo ello, Miguel Ángel, que se considera “un fan de Lola desde pequeño”, tiene claro que “volverá” porque el museo “está muy bien montado” y “merece muchísimo la pena visitarlo”. “Ya solo el teatro documental de presentación es una maravilla por sí mismo”, añade. A Eloísa también le ha “encantado” e incluso anima a los seguidores de Lola Flores a que “vengan a Jerez” a disfrutar de este “trocito de la historia” a través de La Faraona.
Crosley es bastante más crítico porque si bien admite que “el centro en sí tiene su encanto” no deja de lado que ha “echado en falta muchísimas cosas”. “A pesar de que hay un poco de todo no entiendo cómo solo puede haber dos peinetas y ningún abanico. Como fan se queda corto. Hice el recorrido en 30 minutos y repitiendo”, lamenta.
Mariano “no esperaba gran cosa” y sin embargo se fue “encantado, emocionado y contentísimo de que exista un lugar así en Jerez”. “Las piezas están muy bien escogidas, la exposición no está nada sobrecargada y todo se muestra con mucho mimo”, explica. Además, incorpora un nuevo argumento favorable, que son “las locuciones de Elena Furiase” que le dan “un valor añadido a la colección”. En cualquier caso, si tuviera que elegir se quedaría “con la proyección del inicio, por emotiva”. “Este sitio es un regalo para quienes admiramos a Lola. Soy consciente de que no es barato, pero merece la pena”, concluye.
Alfredo, por el contrario, se quedó “muy frío” a pesar de que llegaba a Jerez con mucha “ilusión”. “Lola Flores era más cosas, más joyas, más vestidos, más discos…”, añade, lamentando también la “pobreza” del material que se ofrece en la tienda de recuerdos. “En cualquier tienda de Jerez tienen más cosas de ella”, sostiene.
A juicio de Virginia, “lo que está expuesto son cuatro cosas que no valen en absoluto los 10 euros de la entrada”. “El vídeo de la entrada es muy original, pero el resto es muy flojo para lo que uno se espera. Iba ilusionada y salgo bastante decepcionada”, dice. De nuevo el contraste de opiniones pone de manifiesto que ni Lola ni su museo nacieron para generar indiferencia, ya que para Agustín estamos ante un centro cultural “magnífico”, con un “montaje espectacular” y unas leyendas “muy acertadas”, por lo que su visita es “muy recomendable”.
Para Ignacio, pagar 10 euros por esta visita “es un auténtico timo” y sin embargo Dani y otros visitantes admiten que “lloraron de emoción” en el interior del museo. “Logran que vivamos una experiencia con Lola muy cercana y entrañable, como si estuviera con nosotros aún en vida”, apostilla.
Parece evidente que aquello del “ni canta ni baila, pero no se la pierdan” bien puede aplicarse ahora a un museo en el que cabe cualquier cosa menos la indiferencia.