Como cada año, realizo la cobertura informativa de las sesiones de semifinal infantil para este medio y, como cada año también, viví en las primeras funciones situaciones, llamémoslas, sorprendentes a las que no se les pone solución.
La primera, es un problema logístico que no sería, en mi humilde opinión, difícil de solventar. El continuo trasiego de madre, padres y resto de familiares entrando y saliendo para ver solo la actuación de su pequeña o pequeño y recogerlos al finalizar para irse, supone un goteo constante en el aforo del Teatro y una imagen de vacío y desamparo para las agrupaciones que cantan al final de la sesión. No es que tenga el Santo Grial de la organización del Concurso, ¡ojalá!, pero creo que parte de ese trasiego se solucionaría, fomentando además la convivencia entre grupos, realizando un pequeño esfuerzo por parte de la organización. No creo que sea difícil mantener a los participantes en el paraíso del Coliseo tras su actuación, acompañados de sus autores por supuesto hasta el final de la sesión. Así los familiares no tendrían que salir y los grupos podrían disfrutar de sus compañeros, los animarían y se reforzaría el espíritu de comunidad entre los participantes.
No olvidemos que entre los más pequeños de nuestra fiesta lo más importante es fomentar el amor y el respeto al Carnaval, no la competitividad y ésta sería una buena forma. No es idea mía, tampoco he inventado la pólvora con esto, sólo le he dado forma a algo que se habla en los mentideros del Carnaval ante el espectáculo de butacas cada vez más vacías durante cualquier sesión, pero que es especialmente doloroso cuando son niñas y niños quienes se encuentran ese panorama al cantar en el Concurso tras meses de ensayos.
La segunda, es el horario de la sesión para los más pequeños y el número de agrupaciones en cada una. En esto veo un agravio comparativo con los adultos que me indigna, la verdad. El problema del calendario es real algunos años, este puede ser de los más complicados, pero no entiendo como quien decide la distribución de las funciones, una vez cerrado el horario de inicio a las 12 del mediodía por consenso, no cuenta que, si se meten ocho grupos por sesión, los primeros tendrán un madrugón curioso, pero las últimas agrupaciones se plantan en escena entre las 3 y las 4 de la tarde sin comer y con la espantada general de público ya mencionada. Si las sesiones de adultos se han acortado en duración alargando la fase preliminar, no comprendo porqué no se ha hecho lo mismo con la categoría infantil.
Si hubieran sido cuatro días en vez de tres no se habrían hecho sesiones tan largas. Con veintidós grupos no resulta complicado completar los dos fines de semanas en vez de dejar una sola sesión desangelada el próximo sábado 20 y con descanso en cantera el domingo 21. Para que conste esto lo dice una persona que ha hecho doblete infantil-adulto y que seguirá haciéndolo siempre que toque, pero bastante complicado es realizar la cobertura en los medios con el poco personal disponible en la mayoría como para encima tener estas funciones maratonianas.
La tercera y última de la que voy a hablar, la llamo sorprendente por no ofender con el término que realmente me sale, porque la actitud de ciertas familias y seguidores durante la actuación de “su grupo” deja mucho que desear y le hace un flaco favor a las mismas niñas y niños que “animan”.
En esto, inevitablemente por deformación profesional, realizo la comparativa de una sesión de infantiles con un festival de Navidad o Fin de curso de colegio. Escuchando las indicaciones de Eduardo Bablé al presentar el programa del día en sala, pienso automáticamente que debería añadir algunos consejos de comportamiento y respeto a las agrupaciones, como si de las instrucciones que se envían a las familias del alumnado de Infantil previamente a una actuación se tratara.
Me parece increíble que a estas alturas de la vida haya quien de verdad crea que soltar berridos como energúmenos para hacerse notar por los componentes de un grupo en general o algún integrante en particular ayuda a que la actuación vaya mejor. Bastante nervios pasan las niñas y niños al abrir telón como para estar escuchando ese griterío constante desde el segundo 1 hasta que se vuelve a cerrar, impidiendo en muchos casos que se escuchen entre ellos, que entren a la vez en una pieza o que se les oiga en el patio de butacas. Entiendo que las familias llevan mucho tiempo escuchando el repertorio, pero el colmo del surrealismo lo vivimos el pasado domingo, cuando se entonaba en un popurrí el estribillo del cuarteto Tres notas musicales y el patio de butacas comenzó antes que la propia agrupación a cantarlo y por supuesto no mantuvo el ritmo que intentaban en vano marcar los pequeños comparsistas. Por favor, un poquito de cabeza que quienes están arriba son vuestros propios familiares.
Podría seguir protestando párrafos y párrafos, pero mejor concluyo ya este tiroriro carnavalesco recordando que la cantera es una de las cosas más bonitas de nuestro Carnaval, son nuestro futuro y quienes deben mantener la esencia de nuestra fiesta, flaco favor les hacemos con tan poco cuidado y cariño, con esos ejemplos de fanatismo y con ese abandono sistemático por parte de todos.
¡Viva la cantera y quienes la hacen posible!