El filo de la navaja es el espacio menos apto para que la posición bípeda del ser humano se apoye sobre él. Caminar por el mismo puede herir y las caídas hacia uno u otro lado, pueden ser tremendamente traumáticas.
Consagrada por la Declaración Universal de Derechos Humanos y con el asidero que le proporciona el artículo 20 de la Constitución Española, a la “libertad de expresión” le encanta con demasiada frecuencia andar por este camino que he citado, donde las fronteras con el honor o la dignidad de las personas, aunque bien delimitadas, pueden a veces profanarse.
La libertad de expresión es un derecho que en la actualidad comprende, la libertad de buscar, recibir o difundir informaciones e ideas de forma oral, escrita o por medios tecnológicos -redes sociales- sin estar sujeta o limitada por censuras o restricciones procedentes de Estado, personas o instituciones, sino solamente a las responsabilidades ulteriores, expresamente fijadas en la Ley.
Sin el derecho a la libertad de expresión es cierto que sería imposible una verdadera información, pero también es cierto que no es un derecho absoluto y se limita cuando entra en conflicto con otros derechos de las personas, y termina cuando llega a la frontera de la dignidad, la intimidad, la honra, el honor o el buen nombre de los demás.
La dignidad humana es el valor intrínseco que tienen las personas por sí mismas por el mero hecho de serlo y forma parte de la condición humana. El derecho al honor protege la reputación de las personas frente a comentarios y apreciaciones injustificadas y que no merece ya que el honor es una cualidad moral. El orgullo -no la soberbia- es la imagen que se mantiene de un individuo socialmente.
No hay que ser agorero o aguafiestas, pero tampoco optimista desmelenado, aunque hay más calvos de inteligencia que de cabellos. Los tiempos son los que son y aunque está en nuestras manos cambiarlos, es más la desidia, el encogimiento de hombros o la pereza, que arrimar esos mismos hombros con el entusiasmo y la idea de superación que el momento actual necesita. La lista de corrupciones, amaños, descalificaciones, insultos, denigración de grupos e instituciones o ataques a la propiedad privada es patente y no admite negación, pero no busca este artículo esta finalidad crítica, que quizás corresponda a personas más avezadas en la información.
Hoy lo que quiero comentar es una noticia que ha pasado sin demasiada trascendencia a pesar de ser de una violencia extrema para los sentimientos más sublimes de las personas que creen poseerlos.
El 8 de abril de 2017, un niño valenciano de ocho años tras larga y cruel enfermedad -un sarcoma de Ewing-, finalmente acababa su existencia terrena, dejando una estela de lucha y valentía difícil de olvidar. Tenía una ilusión este crío: ser torero, y una afición: las corridas de toros. Muy conocido en el mundo taurino, consiguió participar en un festival benéfico que se celebró en la Plaza de Toros de Valencia con el fin de recaudar fondos para la Fundación Oncohematológica Infantil, cuando ya era conocido su diagnóstico. Realizó el paseíllo y salió en hombros con los demás toreros. Su ilusión cumplida, el gran regalo recibido en vida. Ilusionante y merecido.
Este país tiene un tóxico diluido en la sangre de un porcentaje importante de sus habitantes, que corroe sus válvulas cardíacas y ocasiona un ritmo anárquico al corazón, que sólo origina movimientos de odio y rencor. Su lema siempre es el mismo: lo que no me gusta me da notoriedad el ir en contra o me subvencionan para que luche por su abolición, qué duda cabe que se utilizaran los medios que sean más apropiados para su exterminación. Va por modas -insultantes o cruentas- y ahora les toca a las corridas de toros. Cuando se enteraran los que así actúan que la Fiesta Brava es una actividad cultural de interés nacional, con legislación estatal y autonómica propia, que soluciona la vida de cientos de miles de personas, al ser origen de más de 150.000 empleos. Tradicional. Fuente de inspiración de artistas, escritores, poeta, de rígido ritual, respeto al toro de lidia y con el duende de la belleza que origina la embestida del toro bravo y los vuelos del capote rodeando el cuerpo del torero en una media verónica de ilusión. Que metáfora más sublime la de García Lorca en aquellos versos: “cuando las estrellas ponen/rejones al agua gris/cuando los erales sueñan verónicas de alhelí”. Y que severidad la de Hemingway al decir que la tauromaquia es el único arte en el que el artista corre peligro de muerte y el grado de brillantez de la fiesta se deja en manos del torero.
No quiero una discusión sobre corridas de toros, sí o no, porque la fiesta va a perdurar. Lo que intento recordar y dar a conocer es que Adrián Hinojosa, por su amor a esta expresión del arte, fue amenazado de muerte a través de las redes sociales por sectores antitaurinos deseándole la muerte y utilizando frases que producen náuseas y estupor en cualquier persona con sentido común, como “me importan dos cojones su muerte”. Sus padres denunciaron el hecho y la Guardia Civil y Policía Nacional abrieron investigación para examinar si las frases constituían delito de odio en sus formas agresión o abuso verbal o inclinación al odio.
El Tribunal Supremo, con fecha del 4 de abril de 2025, ha confirmado y condenado a él/los autores de estos hechos, considerando que las expresiones son de extrema gravedad, dadas además las circunstancias de ser un menor y con un proceso patológico irreversible para que se quieran considerar como “derecho a la libertad de expresión”, argumento que pretendían defender los autores -que no merecen el calificativo de personas humanas- ante los tribunales de justicia. La Sala ha dado la razón a la Audiencia de la capital del Turia, que había revocado la absolución dictada por un Juzgado Penal de esa misma ciudad. Gran larga cambiada al mundo de los intolerantes. Adrián que sigue soñando con el arte del toreo en su gloria, ha recibido la noticia “por naturales y el de pecho”. Olé.