La hablilla de hoy anda algo alborotada, como este levante veraniego que nos azota según le da el día. Menos mal que se está portando bien, haciéndose apetecible a la anochecida. Cuando estos renglones estén impresos tal vez se haya tranquilizado del todo o, por el contrario, se alborote tanto como esta hablilla cuando empezó a escribirse. Hay veces que el título sale al final y otras no, como el caso que nos ocupa.
Y es que no es para menos, como esos programas de la tele y los colaboradores que contratan, que para perderlos de vista hay que irse a una isla desierta porque no basta con apagar el receptor o rechazar las revistas. Los casos se han tratado de diferente manera pero han motivado el revuelo y consecuente chismorreo en esos mentideros revestidos de sofisticación que vemos, sin pretenderlo, por la pequeña pantalla. La referencia la recoge el título de hoy, concretamente dos, la una por felicidad compartida, la otra por la indiferencia aparente ante los anotados chismorreos.
El natalicio de George Alexander fue noticia hasta que sus reales padres lo presentaron a la prensa y al mundo. En ese instante quedó eclipsado por la barriga de su mamá. No hubo periódico o tertulia que no hiciera referencia a ella basándose en la indumentaria de la princesa Kate. Si los firmantes o contertulios se hubieran parado un poco, si hubieran sabido mirar habrían apreciado el brillo de felicidad y ternura que la envolvía y que salía no precisamente de su mirada, dulce y serena, sino de esa barriga que no quiso ocultar, porque los nueve meses de bendita ocupación y estiramiento de tejidos no desaparecen en dos días. Kate Middleton ha sido admirada por su naturalidad pero con este gesto será mucho más querida.
Si hacemos un poco de memoria, las mamás famosas, todas, libran dos batallas: la primera, engordar lo menos posible durante el embarazo. Algunas, tras dar a luz a bebés hermosotes admiten haber engordado sólo seis kilos. La segunda batalla, perderlos y la mayoría “reconquista” la figura en cuanto pone el pie fuera de la clínica. Se lo creen ellas, claro. Como ejemplo podríamos citar a la escultural Norma Duval. De su primer hijo se recuperó en menos de una semana, porque las revistas pasaron de las fotos con el bebé en brazos a las de tacones, mallas y corpiño de lentejuelas. No dudamos de su testimonio pero hoy, probablemente, los picaruelos pensarían en el photoshop o la tirada del archivo.
Si la barriga de la princesa Kate ya va encontrando su sitio, la otra a la que se refiere la hablilla de hoy es incipiente, la de Carlota de Mónaco, quien parece indiferente al mundo que la rodea. En las fotos se la ve tranquila, ajena al revuelo, aderezado con frases recurrentes y manidas. Al igual que su abuela Grace, que usaba para ello un bolso de Gucci, ella disimula su embarazo con grandes pliegues hasta que se produzca el comunicado oficial. Si no se produce, hará su vida como lo ha hecho su familia, siendo dueña de sus actos, aciertos y errores, sin eludir sus obligaciones. En su actitud se intuye un toque de timidez, aunque si todo va bien mostrará su barriga con naturalidad, sencillez, espontaneidad y felicidad. Y a lo mejor ni repara en su figura cuando tenga en brazos a su hijo. Como la princesa Kate, barrigas reales ambas, definidas con detalle en las dos primeras acepciones de otro real, nuestro diccionario.