El hecho de invitar o incitar una persona a otra a luchar o a competir entre ellos en cualquier cosa ha quedado un tanto matizado, ha tomado otro cariz a juzgar por lo que recogen los noticiarios y los periódicos. Hubo un tiempo en que los deportes de riesgo se renovaban continuamente, creando adicción tanto en el oyente como en el espectador. “Al filo de lo imposible” fue la ventana a la que se asomaron estos aguerridos deportistas, calificados como valientes si culminaban el reto con éxito.
Algunos lo consiguieron, otros no. La pregunta es qué les aportó además de la descarga de adrenalina. Poco importa en la actualidad porque lo que comenzó siendo un desafío aceptado por personas muy bien preparadas -no sólo físicamente- se ha desviado totalmente de su sentido inicial. Es raro el día en que no aparece una noticia relativa a retos y a riesgos censurables, por denominarlos con formalidad y coherencia.
Andy Warhol, el genio del “pop art”, declaró “en el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos”, refiriéndose al poder de los medios de comunicación, la prensa amarilla y los nacientes reality shows, esos programas televisivos realizados con protagonistas reales, no actores. Nadie, entonces, reparó en su carácter visionario, en el vaticinio que supuso aquella afirmación. La fama, en un principio, era entendida como reconocimiento en general para posteriormente evolucionar enfocada, por ejemplo, hacia las artes. La música, la pintura, la escultura, la danza, la literatura gozaron de su sentido más estricto y puro, sin embargo el cine, el teatro y, en consecuencia, la televisión siempre fueron más proclives a la frivolidad, mucho más con los reality shows, protagonizados estos desde hace unos años por personajes conocidos, aunque necesitados de un afianzamiento social con aporte pecuniario, más lo segundo que lo primero. Sin embargo hay ansia de fama y no por parte de los famosos de pacotilla, los casposos y los que salen por razón de parentesco “chorlito” –entiéndase posterior a la quinta generación.
Hay ansia de fama porque quizás sea lo único que mueve la vida o incita a vivir a aquellos que no encuentran su lugar. Internet es la plataforma de esta fama, la que no necesita los quince minutos asegurados por Warhol. Por menos de uno, hoy cualquiera protagoniza un reto impensable que puede encumbrarlo a nivel mundial sin necesidad de nombre. El legado de Tibu es el último, consistente en tirarse convenientemente disfrazado a una fuente o a un río.
Sin embargo hay otro que levanta el pelo por el pánico, el motorista que grabó su propia muerte por exceso de velocidad. Evidentemente se trató de un hecho fortuito, un accidente provocado por el conductor del vehículo que no lo vio venir y lo que pudo ser valentía acabó siendo osadía con final funesto. El video fue difundido por su madre, que muy afectada pedía “tomar conciencia del peligro que supone la velocidad”. Veintiocho fueron los segundos que necesitó esta secuencia para dar la vuelta al mundo.
Este joven aceptó el reto, desafió el riesgo y pagó con su vida el precio de la fama. Estos son los acontecimientos más vistos en Internet y puede que llegue el día en que nos resulten totalmente indiferentes. Ojalá que no ocurra porque sería preocupante. Más que todo lo anterior.