Una de las lecturas que podría efectuarse de estos datos es que, incluso inmersos en una de las peores crisis económicas que se recuerda, Rajoy y los suyos no han sido capaces de granjearse la suficiente confianza de los electores españoles que les permita adelantar en intención de voto al PSOE; empatarles, sí, pero no superarles.
O también puede extraerse que el Gobierno socialista ha logrado mantener esa confianza a pesar del desmorone de las estadísticas económicas y la brutal subida del paro. En este supuesto, José Luis Rodríguez Zapatero y José Blanco, habrían sabido trasladar a la opinión pública la idea de que la crisis económica nacional no es tal, que no existe independientemente de la que se ha reproducido violentamente en todo el mundo en coincidencia con la campaña electoral estadounidense, sino que es fruto de la inflexión del malvado sistema capitalista y que, por tanto, el Gobierno actual no es responsable de nada de lo que sucede a nivel interno. De hecho, esto podría explicar el prolongado y absurdo interés mostrado por el Gobierno en negar la evidencia de la crisis española hasta que se ha producido la crisis internacional y han conseguido justificar y solapar aquélla con ésta.
Por su parte, el PP de Rajoy sigue lastrado con la etiqueta de crispador con que se le cargó en la anterior legislatura y su principal ocupación hasta ahora es mostrarse centrado. Para ello no duda en apoyar al Gobierno incluso en la aplicación de medidas contra la crisis con las que no está de acuerdo. Y así andan ellos, empatados; y nosotros perdiendo.