Poco se puede avanzar en la normalización y concienciación sobre una realidad distinta a la de uno mismo desde el desconocimiento. Por ello, es tan importante la labor de investigación y divulgativa. La joven Ana Guillén es un buen ejemplo de ello, y de ahí que haya recibido el primer premio Sapere Aude de la Facultad de Trabajo Social, que entregan la Universidad de Huelva y la Cátedra Cepsa, por un trabajo sobre ‘Transexualidad en menores de España’.
Según explica a Viva Huelva, “la investigación surge de la necesidad de explicar qué es la identidad transexual en menores, qué relación establece con la transexualidad adulta y cuál es la respuesta social ante estas dos realidades”. Y es tan importante esta investigación por “la falta de información y formación al respecto, que genera la no aceptación e incomprensión del entorno”.
El primer paso para evitar ese rechazo es saber qué es la transexualidad: “Se da cuando a la persona se le asigna una identidad sexual distinta al sexo que siente como propio”, y la identidad sexual “hace referencia al sexo al que la persona pertenece y al cual siente pertenecer; es un sentimiento innato, invariable y se nace con él”.
Guillén explica que la transexualidad ha existido desde tiempo remotos, pero la manera de exteriorizarla y aceptarla ha dependido del contexto en el que se vivía. De hecho, “es ahora cuando empieza a hacerse pública esta cuestión, pues debido a las barreras y límites establecidos, el colectivo ha vivido y vive en la invisibilidad, pasándose por alto el cumplimiento de los derechos humanos fundamentales”.
Por ello, en su trabajo ha tratado de ofrecer una visión real de este colectivo describiendo su situación y necesidades, analizando la respuesta social existente, con el fin de desechar ideas preconcebidas, detectar situaciones de discriminación, identificar las redes de apoyo social con las que cuentan y dar propuestas de mejora.
Pocos estudios
Guillén arroja en su trabajo luz sobre un tema del que apenas existen estudios en el país. De hecho, los pocos que hay están dirigidos al colectivo de personas transexuales adultas. Y esto deriva en un problema: “Si no constan estudios al respecto, los recursos para cubrir las necesidades de estos niños tampoco existen”.
Así, en esta línea resalta que “los pocos recursos que hay, son aquellos que han formado las propias familias, y de ahí la importancia que tiene el movimiento asociativo, pues es desde las asociaciones donde se lucha por el reconocimiento de los derechos de estas personas”.
La realidad
Sobre la situación de los menores transexuales en España, Guillén dibuja un panorama bastante desolador. “Las instituciones no ayudan a que los menores transexuales puedan vivir con el sexo que siente como propio; es más, existe un desamparo legal, pues no están garantizados sus derechos para el libre desarrollo de su personalidad e identidad”.
La negación de su identidad y el no reconocimiento de la misma “hace que desarrollen trastornos de conducta, surjan depresiones crónicas y hasta intentos de suicidio”. Así, Guillén añade que “la discriminación comienza a ejercerse sobre estas personas desde las primeras etapas del sistema educativo, justo cuando los niños inician el desarollo de su identidad”, y en este contexto, “son habituales el acoso, las agresiones físicas y verbales, la ridiculización y, con todo ello, el aislamiento”.
Conclusiones
Entre las conclusiones a las que llega Guillén en su trabajo, la más importante es que se confirma su hipótesis: “Existe una respuesta social discriminatoria y por tanto una vulneración de los derechos humanos hacia el colectivo”. Y más: no se tiene suficiente información y formación sobre diversidad, que lleva a que se creen prejuicios y estereotipos; existe un silencio administrativo para poner fin a las discriminaciones, dejando esta labor en manos del movimiento asociativo, que “es el único que trabaja para la normalización y visualización del colectivo”. Y en consecuencia de todo esto: “El rechazo de la sociedad debido a la ignorancia, que no se vea reconocida la identidad que sienten como propia y que tengan que pasar por procesos patologizantes para conseguir el reconocimiento de su identidad”.
Dentro del papel de las administraciones, Guillén explica que Andalucía “poco a poco va avanzando, pero queda mucho camino y trabajo por hacer”. No obstante, reconoce que “la situación en Andalucía, comparada con el resto de comunidades, empieza a ser un ejemplo a seguir”. Prueba de ello es la Ley Integral de Transexualidad aprobada por el Parlamento en junio de este año, que “parte de dos principios clave: la despatologización y la autodeterminación del género”. Además, indica que este ley es “pionera” porque recoge en dos artículos la protección de los menores transexuales, “visibilizando así su realidad y sus necesidades”. Por último, también destaca la aprobación, en junio de 2014, de un protocolo de actuación en el ámbito educativo sobre identidad de género.
Propuestas
Por último, además del análisis, Guillén hace varias propuestas para acabar con la respuesta social que hay ante la transexualidad en menores desde los diferentes ámbitos sociales. Así, propone, entre otras cuestiones, realizar investigaciones que arrojen más información sobre las necesidades y vulnerabilidades del colectivo, creación de leyes específicas que penalicen la discriminación, rechazo y marginación; cobertura sanitaria en todos el territorio nacional y protocolos de actuación; proyectos integrales en las escuelas sobre diversidad sexual, y un largo etcétera.