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20D: entre una 'nueva política' y la pretendida 'segunda Transición'

De 1977 a 2015: pluralidad de partidos propia de la Transición pero diferencias notables según los veteranos de las dos primeras elecciones democráticas.

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  • Finales de los 70. -

Cuando Ramón Vargas-Machuca pisó el Congreso por primera vez lo hizo ya en calidad de diputado por Cádiz. Era el número tres del PSOE por la provincia. Y en aquella aventura le acompañó un joven Manuel Chaves y Esteban Caamaño. “Ni siquiera cuatro meses antes yo podía imaginarme que iba a poner un pie ahí. Mucho menos como diputado”, cuenta el histórico socialista, que antes de entrar a formar parte de las listas del PSOE para las elecciones del 15 de junio de 1977, “estaba pensando solo en mis clases en la universidad y en mi tesis doctoral, que por culpa de esas elecciones tuvo que retrasarse dos años”.

De esas legislatura y de las primeras sesiones que tuvieron lugar en el Congreso nada más nacer la democracia, a Vargas-Machuca le atrapó el clima de reconciliación: “era increíble ver en el mismo edificio, por los mimos pasillos a Alberti, a la Pasionaria [Dolores Ibárruri], a Carrillo... Era gente que había estado perseguida durante mucho tiempo, muchos en el exilio. Verlos allí a todos reunidos con el único espirítu de reconciliación fue algo muy grande. El objetivo era la democracia. No hacer revancha”.

El panorama que trazaron aquellas elecciones de 1977 fue muy plural: la lista de la ahora desaparecida UCD, encabezada por Adolfo Suárez, obtuvo entonces el 34,84 % de los votos, que se tradujo en 165 escaños.

El PSOE de Felipe González logró ser segunda fuerza con un 29,32 %, 118 escaños. Y el Partido Comunista de Santiago Carrillo un 9,33 % de los votos, un total de 20 escaños que lo dejaban lejos del PSOE pero que le aseguraban presencia en el Congreso.

La Alianza Popular encabezada por Manuel Fraga -integrada por una federación de partidos a la que dos años más tarde sucedería la Coalición Democrática-, obtuvo un 8,21% de los votos, 16 escaños. A esos comicios también se presentó el Partido Socialista Popular (PSP) de Enrique Tierno Galván, que logró el 4,46% de los votos y seis escaños.

Los partidos nacionalistas, como el Pacte Democràtic per Catalunya (PDPC) de Jordi Pujol,  la Unió del Centre i la Democràcia Cristiana de Catalunya (UC-DCC), Esquerra de Catalunya, el PNV de Juan de Ajuriaguerra, Euskadiko Ezkerra, la Candidatura Aragonesa Independiente de Centro y la Candidatura Independiente de Centro, también lograron escaños en aquellos primeros comicios.

Un escenario muy similar al que volvió a reeditarse en las elecciones generales de 1979 -en las que logró representación el PSA de Alejandro Rojas Marcos- y que parece no diferir mucho del que se configurará en la cámara baja tras la cita electoral del 20 de diciembre.

Las encuestas arrojan datos realmente dispares acerca de la intención de voto: el último barómetro del CIS daba al PP entre 120 y 128 escaños. Al PSOE entre 77 y 89 escaños. A Ciudadanos (C’s) de 63 a 66 escaños, a Podemos entre 45 y 49, y a Unidad Popular-Izquierda Unidad (UP-IU) entre 3 y 4 plazas en el hemiciclo.

Más recientemente, una encuesta realizada por la consultora DYM, revela que el PSOE quedaría desbancado de la segunda posición y pasaría a ocupar el cuarto en intención de votos, siendo el panorama político de un 26,7 % de los votos para el PP, de 23,2 % para C’s, de 19,1 para Podemos, de un 17 % para el PSOE y del 6,3 % para UP-IU.

Si hay algo claro es que las encuestas podrán verse contrastadas con la realidad electoral en una semana, y entonces se sabrá cómo de acertados van los sondeos demoscópicos.

Hay al menos un nexo de unión entre los comicios que se celebraron entre 1977 y 1979, y los que van a tener lugar la semana que viene: la diversidad de fuerzas y el convencimiento de que se está viviendo un momento histórico, aunque con la diferencia de que ahora ningún partido obtendría resultados tan holgados como los que obtuvieron UCD y PSOE en el 77 y 79 con respecto a sus inmediatos perseguidores. Así pues, la nueva política parece condenada a pivotar sobre el diálogo y sobre los pactos, ya sean puntuales o de Gobierno.

Sobre la posible naturaleza constituyente de estas elecciones de 2015, PSOE y Podemos han hablado de reformar la constitución si llegan al poder, y UP-IU se muestra más taxativa en este término y habla de iniciar un proceso constituyente que dote a España de una nueva Constitución para “un país nuevo”.

Pero los históricos diputados que formaron parte del plural congreso del 77 y 79 difieren en este sentido con los nuevos partidos emergentes que, como Podemos, y los más experimentados, como UP-IU, hablan de que tras una de las crisis más pronunciadas de la democracia, “esta es una segunda transición”.

Vargas-Machuca recela de quienes hablan de ese proceso constituyente. “¿Hablamos del Podemos de hace un año o del Podemos de hoy? Porque ellos hablaban de hacer una transición, y denostaban la Transición democrática, y ahora la alaban. Es un travestismo político. Pasar de una proyección totalmente revolucionaria a solo sustituir al PSOE es una cuestión de travestismo... Cambiar eso a lo que él [Pablo Iglesias] en menos de un año, a nosotros nos costó 10 años”. asevera Vargas-Machuca.

“Lo que le pido a la gente es que sea sensata. Que cada uno vote a quien le salga del alma, pero mi experiencia me dice que el asambleísmo no sirve para nada. Tanto a los políticos como a la ciudadanía les pido madurez, madurez política. Estas no son nuestras primeras elecciones como lo fueron aquellas”, explica Antonio Morillo, que fue el número dos de la UCD por Cádiz en las elecciones del 79. “Cuando se habla de una segunda transición lo primero que hay que hacer es tener visión de futuro, ser honrado y saber integrar a todo el mundo y ser muy tolerante”.

Morillo, representó a la provincia en el congreso junto al propio Ramón Vargas-Machuca, a Manuel Cháves, o a Francisco Cabral,  y fue compañero de partido y amigo del que fuera presidente del Gobierno, Adolfo Suárez,  habla de lo que la historia ha asigando siempre a la figura de Suárez: “Era un hombre muy cercano a la gente. Siempre decía que hay que hacer ley de lo que hay en la calle, algo que ahora quieren retomar los nuevos”.

La honestidad y la integridad de la que habla Morillo resultaron, a su juicio, claves para lograr consolidar la democracia en España: “Cuando yo le decía que quitara a los gobernadores franquistas, él decía que había que integrar a todo el mundo, porque todos somos iguales y merecíamos tener voz. Era un hombre íntegro para sí mismo y para la historia de España, porque fue capaz de aglutinar el pasado y el presente como nadie”.

Morillo entiende el desafecto actual hacia la política, y en algo sí coincide con los emergentes, y es precisamente en la crítica a la corrupción institucionalizada: “corrupción hay en todos sitios, en los partidos viejos y en los emergentes también. Yo a estos politicos de hoy les pediría responsabilidad. No estamos en la Antigua Roma. Y a quienes dicen que todos los políticos somos iguales, les digo que eso es mentira”, se lamenta un hombre que vio en aquellos años de diputado una dedicación muy noble.

Ahora el escenario es otro, y aunque presente similitudes históricas con aquellos comicios, lo cierto es que se ha abierto un tiempo nuevo para la política en el que las formaciones estarán obligadas a hacer acopio de eso que reivindican Morillo y Vargas-Machuca: el consenso, la tolerancia y el dar voz a todos, incluídos los emergentes, que ahora se reivindican como voceros de la voluntad de la gente corriente, como entonces lo eran también los recién conformados partidos de la Transición. Porque si cualquier partido quiere formar gobierno después del próximo 20 D no podrá hacerlo de forma sólida en unidad. La crisis ha dejado tras de sí un panorama  que apunta al entendimiento y a la pluralidad como base del diálogo político que regirá Cádiz y España en los próximos cuatro años.

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