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Patio de monipodio

"19'99"

Ahora le ponen una coma abajo en vez del acento superior, normal en la escritura hispánica, como si, en vez de separar decimales, se separaran frases...

Ahora le ponen una coma abajo en vez del acento superior, normal en la escritura hispánica, como si, en vez de separar decimales, se separaran frases. Lamentable caso de burda imitación, mimetismo con lo que viene de fuera, sobre todo de la gran USA, que usa lo que le apetece y en cuya imitación aquí se usa lo que no corresponde. Pero “hay que ser moelnos”. Eso viene de USA, y viniendo de allí es tan sagrado como Papá Noël, el Hallowen ó las rebajas del “black friday”, el viernes negro en que se hace obligatorio lanzarse a buscar saldos, sjo pena de quedar relegados a la categoría de “antiguos”, que lo moelno es lo moelno, tenga o no tenga utilidad. Ya las cosas no se clasifican en buenas y malas, rojas y verdes, bonitas o feas. Solamente en antiguo y moderno. Así que si vienen de USA, aunque nos usen, son modernas por fuerza, porque aquí no se ha hecho hasta hace poco. Si vienen de USA hay que usarlo, aunque falle incluso la pronunciación.

 

Cuando se creó el 0’95, a principios del siglo XX, cinco céntimos de peseta suponían algo. Con una “perra chica”, se podían comprar cosas. Por eso, aparte el efecto psicológico -o no- estaba claro que 95 céntimos era bastante menos gastos que una peseta. Pero la copia supera a la norma, con bastante frecuencia. La mala copia, se entiende, que segundas partes nunca fueron buenas. Ahora sólo queda el miedo a ofrecer la cifra real, y el miedo lleva a la picaresca, que buscar la simulación, de modelar el engaño -innecesario- para hacer creer que el precio es más bajo de lo que es. Sin embargo, estos moldeadores que manejan el idioma con menos responsabilidad que un político, no caen en que tanto puede ser que la mente se deje engatusar por la primera cifra (11), como se llene de la segunda (99). En definitiva, un intento de “pequeño fraude”, consentido, extendido, innecesario, y con casi absoluta probabilidad, inútil  .

 

Difícil sería convencer a cierto empleado que puesto ante 57.000 pesetas pagaderas a 2000 al mes, “lamentaba” su pobreza, redondeando hacia arriba: “-60.000 pesetas, ¡quien las tuviera!”-. Doble tergiversación, falseamiento de la cifra, porque cuando algo se quiere, todas las pegas sobran, pero cuando no se quiere, nunca son suficientes (las pegas). Seguro que el buen hombre no se lo cree, con más razón de la que creía tener al inflar el precio anterior y miles como él de inmediato realizan la misma elevación mental del precio, en busca de motivos para rechazar la compra. Y no es que ese rechazo demuestre inteligencia en todos los casos; es que los comerciantes, pequeños y poderosos, deberían olvidar de una vez la manía de tratarnos como subnormales. Que algunos hay, claro, pero en esto ellos están demostrando mayor nivel de estulticia y adocenamiento que el público al que tanto les gustaría e intentan adocenar, presumiblemente convencidos de que sin criterio, les comprarán más, en especial las grandes empresas, los grandes almacenes, las grandes cadenas que marcan el ritmo, mientras los pequeños parecen querer semejarse a ellos, pero, como no llegan en poder, se limitan a intentarlo en candor, comparación imposible, dado cuanto les falta a los grandes. 19’99 alcanza el ridículo mucho antes que el resultado.

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