Los políticos, por generalizar -si alguno se salva, encantados- creen que el votante les entrega un cheque en blanco. Que el voto les autoriza a hacer y deshacer según sus personales gustos y preferencias, o según las órdenes y consignas de su partido y de los intereses que lo mueven y lo mantienen. Deberían comprender que la disciplina de partido no puede conculcar el derecho del votante. Aunque el representante salga elegido en una lista, sale elegido por los votantes. Del programa mejor no hablar, que pueden salir escaldados. Y, si no, pongámonos ya en campaña, los votantes, no los políticos, y empecemos por no votar, empecemos por dejar las urnas vacías si no hay un cambio radical de la ley, donde los elegidos sean realmente representantes de sus electores, nunca parte de una maquinaria a la que los electores sólo sirven para encumbrarse, situarse y mandar. Y colocarse, que también cuenta.
Eso, que está ocurriendo desde 1977, no es democrático. No es democracia. Y está terminando con el espíritu democrático, con el convencimiento de que la democracia resolvería nuestros problemas, para dar paso a una necesidad, todavía incipiente pero en crecimiento, de ver aplicadas normas autoritarias que terminen con lo poco que queda de democracia y totalmente con su espíritu. Democracia “Demos” (pueblo), “Kracia” (gobierno), es el gobierno de la mayoría. Depositar una papeleta en una urna es delegar, pero con eso no se gobierna. Falta la necesaria conexión entre gobernante y gobernado, sólo posible con la representatividad y el compromiso de los electos, que no elegidos; con la participación del pueblo, sólo posible con esa conexión y con la posibilidad de sancionar o rechazar leyes y normas.
A los políticos, a cada político se le elige para una función concreta, esa es otra. A los concejales, por ejemplo, no se les elige para que gobiernen Andalucía ni España. Ni a los parlamentarios andaluces para gobernar España, ni a los diputados para gobernar Andalucía. Aquí cada zapatero debería centrarse en sus zapatos. Pero como, por encima está el partido, nada de esto es tenido en cuenta. Lamentable error. El error cometido por los concejales del Ayuntamiento de Sevilla que, no conformes con hacer dejación de la función que les encargó el sufrido pueblo votante, han querido meter las narices dónde no les corresponde. Que Torra lo haga bien o mal, no es de su incumbencia. Como ciudadanos todos tenemos derecho a opinar, incluso ellos, tan deficientes ciudadanos que olvidan el motivo por el que cobran. Pero como representantes del pueblo, se deben al pueblo que los ha elegido. Los concejales de la derecha recalcitrante han aprobado una moción gracias a la abstención cobarde de los representantes de la supuesta izquierda, por la que piden la aplicación del 155 a Cataluña. No quieren saber que en Andalucía lo tenemos aplicado “in perpetuum”, en tanto se nos gobierna desde Madrid y se nos tiene limitado el presupuesto, por no decir confiscado. ¿Exageración? Exageradamente negativo limitarnos y limitar la autonomía. Una moción contra otra Autonomía, excede sus atribuciones y es enfrentar pueblos. Doble exceso.