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Patio de monipodio

Goya en Sevilla

Sevilla ha ofrecido la recepción educada, cortés, como esta ciudad sabe hacer. Ni una genuflexión, ni una concesión servil a la segunda salida de Madrid

Publicado: 03/02/2019 ·
23:03
· Actualizado: 03/02/2019 · 23:03
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Ha vuelto en homenaje al cine, porque vivió en Sevilla, donde murió, como contaba Julio M. de la Rosa. Si acertó el profundo escritor sevillano, si acertó el recuperador de Cernuda, lector infatigable, estudioso de Cesare Pavese, el pintor maño pagó sus amoríos en el Hospital de San Juan de Dios, en la plaza del Salvador, cuidado y al mismo tiempo descuidado -también lo cuenta-, por los hermanitos de la Orden, en una época en que, tanto se ingresaba en un hospital para curarse, como para morir. El hospital muchas veces, y entonces más, es la última morada. En la plaza del Salvador y en la calle Sagasta, es posible hallar ecos de guerras, duquesas y críticas al gobierno, como padres comedores de hijos; las “locuras” del artista fotógrafo de la realidad. Oscuro y luminoso, Goya ha vuelto para renovar el “color especial” de esta ciudad que también amó, como amaron y aman miles de artistas.

El sábado había que recibirlo con todo el rumbo y la relevancia que su obra merece. Su obra y la evolución, progresiva, callada y real del cine hecho en el reino de España. Ya no es el “costumbrismo”, menos aún el tópico a que lo facilón nos tenía acostumbrados. Lo que en otros años era excepción se ha hecho regla y el cine español cuenta y tiene qué contar. Había que recibir, por tanto, al arte y al artista. A cientos de artistas -guionistas, directores, actores, actrices, músicos, constructores, figurinistas, técnicos, etc. etc.- capaces de lanzar un mensaje desde la pantalla cuando más difícil se ha puesto, por economía, condiciones objetivas, afición, temática. Sevilla ha ofrecido la recepción educada, cortés, como esta ciudad sabe hacer. Ni una genuflexión, ni una concesión servil a la segunda salida de Madrid para la entrega de premios. La ciudad abierta, lo es más por cortesía que por falta de defensas.

La entrega de los premios del cine en Sevilla no es una excepción y lo va a ser menos, porque es presumible que otras ciudades sigan en la lista a Barcelona y a Sevilla. Pero Sevilla sabe recibir y elevar aún más, si cabe, el nivel de quienes la eligen. La iluminación de sus monumentos ha sido incapaz de cubrir el “color especial” característico que le cantaran Los del Río, dos amigos nazarenos enamorados de la ciudad, como, por ejemplo, Manuel Alejandro, Rocío Jurado, Washington Irving, Edward Hacker, Julio César, Publio Cornelio Escipión “el Africano”, Conchita Piquer, W.A. Mozart, Giacomo Rossini, Ludwig van Beethoven, Georges Bizet, Miguel Bosé, Antonio Machín, Tom Cruise, Theófile Gautier, Richard Ford, Gustavo Doré, George John Caylley, David Robertson, Lope de Vega, José Zorrilla, Tirso de Molina, Jacques Demy, David Lean, Francis Ford Coppola… por citar a vuelapluma sólo algunos de los muchos.

La entrega de Sevilla es una gran parte del éxito de sus eventos. Desde el fútbol a la Expo, (pese al pellónico montañés desprecio), pasando por fiestas con y sin princesas, Papa y otros acontecimientos de importancia, a los que ha dado luz su color especial. Goya es representación viva, y la entrega de los premios del Cine, han sido signo de esa entrega que esta ciudad ofrece a quienes ponen en ella su mirada, agradecida, pero más en correspondencia.

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