"Ejemplar” espectáculo lamentable de políticos, como niños en pelea para hacerse con la tiza, con la que pintar monigotes para burla mutua. Aunque aquí es no es del otro de quien se burlan; la burla de los políticos es a quienes les han dado cierta o mucha responsabilidad, cuando anteponen sus intereses personales, sus compromisos de partido, a veces sus miedos. Decía Marcelino Camacho en una ocasión: “cuando no se cuenta con fuerza suficiente hay que sumarla de los más allegados, o los menos distanciados políticamente”, Fue lo que hicieron él y otros líderes sindicales y políticos de entonces, porque individualmente, si se hubieran creído únicos y especiales, ninguno por sí sólo habría podido enfrentarse al régimen. Igual ocurre ahora. Nadie tiene fuerza por sí solo, y, lo que puede ser aprovechado como garantía democrática, porque las mayorías absolutas y el bi partidismo nos separan de ella, aquí se ha convertido en guerra por la hegemonía, inconscientes de que los acuerdos exigen acercar posiciones, y el acercamiento, a su vez, exige cesión por ambas partes. Podrían aprender de la derecha: ellos discuten, pero al final, firman.
Responsables ambos contendientes, poco dados al acuerdo, pero más el Sr. Presidente, porque su responsabilidad es mayor y porque espera recibir apoyos, más aún, ciega sumisión, al buscarse una licencia para decidir libremente; para decidir en minoría como si tuviera mayoría. Puede que Sánchez le tema a la fama de Iglesias. Si huye de las comparaciones, lo lógico, lo más honrado sería no pedirle el voto, porque con eso será bastante para quien quiera sacarle punta. Que hay que ver cómo son los políticos cuando se ponen a enrevesar. Si Iglesias pierde la razón por un ministerio, o por la vicepresidencia, puede buscarla o acudir a la consulta del especialista, a ver si se la puede devolver. Aunque estos psicólogos de ahora no tienen pociones mágicas, como los druidas de Astérix. Ambos deberían mirar primero por el interés específico y objetivo de sus votantes, que no son “suyos”; que en cualquier momento se cansan. Que se enteren, si, como parece, no lo saben, si la soberbia les impide verlo: la soberbia, la excesiva confianza en sí mismos, más fingida que real, puede depararles sorpresas, muy desagradables para ambos y decepcionantes para quienes simpatizan con uno y con otro. Nuevas elecciones pueden mejorar sus respectivas posiciones actuales, o empeorarlas. Lo que es molestia y cansancio para el votante puede aprobar o agriar sus delirios.
La Constitución requiere una reforma, sí, pero no a la medida circunstancial de cada cual. La ley electoral, compleja y deficiente, hecha para imponer el dúo, debe reformarse para que el votante pueda decidir más, y los partidos puedan decidir menos, porque fallan la capacidad de decisión del elector y la responsabilidad de los partidos, que no resuelven nuevas elecciones. Si quieren ganar, mejor que cargar en la gente su nula generosidad, sería ceder para alcanzar el acuerdo. Así tendrán la aprobación del electorado. Cansar con más elecciones es como jugar a la lotería. Y, aunque jueguen con dinero ajeno, recuerden que se juegan lo propio.