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Patio de monipodio

Nos toman por tontos

Un metro y un tranvía con un recorrido idéntico, o muy similar, parece no denotar más objeto que el “placer” de hacer un gasto innecesario

Publicado: 22/09/2019 ·
23:26
· Actualizado: 22/09/2019 · 23:26
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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El Sr. Espadas debería saber que emular al célebre Eróstrato, en continuidad con su compañero y antecesor, Sánchez Monteseirín, no le permite quedar ni regularcillo. Debería acostumbrarse a admitir que el ciudadano no es tan tonto como cree, tanto quienes le votan como quienes lo botarían. Quiera el destino de esta ciudad, siempre negro por la actitud de sus mandatarios, que la oposición en conjunto sea más partidaria del bienestar de sus ciudadanos, e impida el gasto innecesario de un “faraonismo” irresponsable. Que Sevilla tiene necesidades más urgentes, acuciantes y beneficiosas que intentar justificar la megalomanía del anterior alcalde continuando su injustificada y costosa obra.


Querer asfixiar una Avenida colocando una doble vía para el transporte lento del tranvía, plantea dudas sobre su conveniencia, salvo que en realidad se busque justificar, también, el abandono a que el Sr. Bendodo ha condenado a Sevilla, cosa que Espadas, con absoluta seguridad, no ignora. Carece de sentido poner un tranvía por el mismo recorrido que debe hacer el metro. Que ya se haya hecho entre Puerta de Jerez y San Bernardo, lo corrobora, no lo justifica. Sí intentan justificarlo la primera ampliación y las proyectadas, pese a que el único resultado visible, además de la lentitud propia y la añadida al transporte de superficie en general, son las pérdidas que Tussam viene sufriendo desde la puesta en marcha del primer tramo, pérdidas que el aumento de fondos propios mediante la apropiación –inmatriculación indebida, posiblemente fraudulenta- del Prado de San Sebastián, es incapaz de remediar, ni siquiera minimizar.
Un metro y un tranvía con un recorrido idéntico, o muy similar, parece no denotar más objeto que el “placer” de hacer un gasto innecesario. Ni el propio Eróstrato fue tan torpe, y, como los políticos pueden ser cualquier cosa antes que torpes, aquí falta conocer dónde reside el interés. La construcción del metro es tarea de la Junta de Andalucía y, en todo caso, del Gobierno español, en mutua colaboración. Es el Gobierno quien ha financiado la tela de araña del metro madrileño y el de todas las ciudades que lo tienen, excepto Málaga y Sevilla donde las líneas más rentables han sido financiadas por la Junta, con aportación del gobierno central. Si son ahora las líneas más rentables cabe imaginar cómo sería con la red completa, cuando se pudiera ir de cualquier punto de la ciudad a otro punto cualquiera sin cruces ni semáforos.


Por eso, porque la construcción de un tranvía sólo puede tener como objeto ahorrar a la Junta su deber de terminar la red de metro, resulta extraño, cuanto menos, que el Ayuntamiento mantenga su interés en gastar dinero de la ciudad en un tranvía que jamás podrá sustituir en eficacia y tiempo al transporte suburbano. O Espadas se hace el tonto –que nadie se lo crea, no es tonto- o algo pasa. Hablar de “eficacia” de quien niega a Sevilla la posibilidad de comunicarse de forma eficaz con el resto de Andalucía, no llega ni a brindis al sol. Bendodo no ha tenido reparos en asegurar que bloquearía y aislaría a Sevilla. ¿A qué juega el alcalde defendiendo u ocultando este ataque frontal a esta ciudad y a su área metropolitana?

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