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Patio de monipodio

A veces es bueno cambiar

Pero sólo a veces. Es “un poco” tonto pensar que todo cambio supone mejorar. Pues pensarlo, piénsanlo. Es un pensamiento paralelo a la simple clasificación...

Publicado: 01/03/2020 ·
22:52
· Actualizado: 01/03/2020 · 22:52
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Pero sólo a veces. Es “un poco” tonto pensar que todo cambio supone mejorar. Pues pensarlo, piénsanlo. Es un pensamiento paralelo a la simple clasificación actual entre “antiguo” y “moderno”. Que los “moelnos” te encierran, o eso creen, con la salida (que no respuesta) “¿Cuánto tiempo hace de eso?”. O “Bueno, eso es muy antiguo”, en tono despreciable. Aunque lo “antiguo” llegue a ser una arquitectura humanizada o hasta el mismísimo Alcázar. Renovar, cambiar, es un valor en casi todos los casos para casi la mayoría de seres humanos.


Así que los gobernantes agrupados bajo las alas del “angelito” Moreno, vinieron a cambiarlo todo, porque ¡hay que ver lo antiguo “questátó”! No lo dijeron así, que va, fueron aún más crueles. El “análisis en profundidad” prometido no llegó a terminar en auditoría, no había materia. ¡Qué lástima! ¡Qué ocasión perdida! Menos mal: no han llegado a culpar a “los otros” de no haber dejado suficientes lagunas para tener por dónde darles leña. Y no será porque no las han dejado. Pero el problema no está ahí. El problema es limitarse a cambiar las lagunas de sitio. Ni eso resuelve la vida a nadie, ni es práctico, ni sirve para mejorar, las más de las veces. Por ejemplo, el antepenúltimo: iban a “arreglar” Canal Sur. A la vista está: han cambiado presentadores y tendencia política; sin comprender que Andalucía necesita una televisión entretenida pero seria, andaluza, original, de contenido, informativa, neutral. Pues el partidismo disminuye, minimiza el prestigio de los partidos; los medios de comunicación “de partido”, pierden credibilidad, pierden audiencia y como consecuencia, publicidad. O el penúltimo, porque nunca se debe decir el último, menos aún con regidores como los que sufrimos.


Tan acostumbrados están a manipular el arte, a conducirlo a su redil con contratos, predilección mercantil y premios, que lo han colocado en primera línea estratégica. El flamenco “dejó” de ser juerga propia de gitanos, señoritos y borrachos, cuando empezó a ser valorado en el mundo. Pero entonces también “dejó” de ser andaluz para ser español y Madrid el lugar “más flamenco” y dónde se da “el mejor flamenco”. Pero para eso el flamenco sería lo que y como interesara a los políticos de turno. Es que no se cortan. Ni un poquito. Y para quien pudiera creer que hemos llegado al límite, aquí hay una muestra del nuevo alejamiento de esa meta, de ese límite. El Gobierno andaluz ha decidido cerrar el “Instituto Andaluz de Enseñanzas Superiores Artísticas”. Manolo Sanlúcar y la Asociación Averroes defienden hace tiempo la creación de estudios superiores de guitarra flamenca, impartido por guitarristas flamencos, naturalmente. El Gobierno andaluz se sigue negando a reconocer la facultad de los expertos, como se hizo con todas las carreras nuevas. Las funciones del Instituto van a ser asumidas por la Dirección General de Ordenación y Evaluación Educativa. Tendrán que ser los mismos quienes se encarguen de las enseñanzas  básicas y las artísticas, para así romper el principio de la especialización. ¡Qué linces! ¿Tendrá que decidir un maestro de básica cómo dar enseñanzas artísticas? Mejorando, que es gerundio.

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