Nostalgia. Recuerdos. El cosquilleo cuando empezaban a montar la exposición del ganado junto al colegio El Pinar. Los paseos de la mano de mi abuelo para ver cómo crecía la plaza de toros portátil. Los feriantes montando sus puestos en la avenida San Miguel. Ilusión contenida. Y de pronto, las luces se encendían y la música no cesaba en cuatro días. Entonces los molinos eran testigo de la alegría de un pueblo y protagonistas de una feria singular.
Recuerdo un vestido blanco con lunares rosas. Los primeros tacones y la tirantez de las horquillas en el pelo. La vecina colocándome la flor. La ilusión de la cabalgata. Abrir la hucha y las 1.000 pesetas de los abuelos. Los nervios esperando turno en las atracciones. El olor del piñonate. Los sobres sorpresa. Los ansiados juguetes del puesto. La monedita al turrón. Dormir entre dos sillas en cualquier caseta. Recuerdos inocentes de la infancia que dan paso a las primeras copas a escondidas, los primeros besos, los primeros amaneceres de vuelta a casa.
Estrenar nueva feria en la Noria. Menos personalidad, más comodidad. Nuevos tiempos. El pozo como testigo de encuentros y reencuentros. El paseo de caballos. La garrafa de vino a compartir, la jarra de rebujito, la botella de Tío Pepe. Los camarones, las almendras, los pimientos fritos y los pinchitos, el puchero y la ensaladilla de la abuela para resistir. La música ensordecedora de los coches de choque. Mi caseta favorita. Una sevillana. Baile, mucho baile. Anécdotas para toda una vida. Risas y más risas. El peluche de los tiritos. El chocolate con churros. Girarte bajo la portada principal y despedirte hasta el próximo año.
Hoy es día de añoranza. De revivir recuerdos. Imposible rememorarlos todos. Con suerte, el próximo año seguiremos creándolos.