Hoy puede ser un gran día donde todo está por descubrir, nos recomendaba Serrat. Sus deseos parecen cumplirse con gran intensidad en este septiembre de sobresaltos. En las últimas semanas descubrimos con las imágenes en directo de la salida de las tropas americanas de Afganistán, dónde estaba y cómo era esta región del planeta y las razones de su importancia. Así enriquecimos nuestros conocimientos como afganólogos. Descubrimos lo que eran los pirocúmulos de incendios de sexta generación a través de una triste mirada sobre la Sierra Bermeja convertida en una pira de biodiversidad. Así ampliamos nuestra cultura pirogeográfica. Para rematar este mes de descubrimientos, contemplamos con terror las erupciones del volcán de La Palma y sus devastadoras consecuencias. Así aprendimos tanto sobre el magma y las erupciones que acrecentaron nuestra sapiencia vulcanológica. Pero no menos ha sido la acumulación de conocimientos virológicos sobre las variantes de la Covid, o climatológicos, reconociendo lo que es una DANA retrograda, una ola de calor o una tromba marina.
En las postrimerías estivales los ‘momentos históricos’, como eran anunciados en los informativos, han ayudado a acercar estas ciencias a la ciudadanía. Es cierto que puede viciarse por la deformación que genera la rápida obtención de datos e información a través de rápidas y someras pesquisas en la red de redes. Es lo que mi erudito amigo Salvador Moreno Peralta denomina como ‘holocausto educativo’, aquel al que nos avocamos por la ausencia cada vez mayor de una amplia formación básica. Pero de manera positiva admiro la voluntad de un vecino, que con su educación primaria me ofrece, durante un corto trayecto de ascensor, una enjundiosa disertación sobre la lengua de lava, la temperatura del magma y la altura de la colada.
La importancia de la divulgación científica ha ganado enteros en estos días, valorándose la capacidad predictiva en unos casos o la estrategia de actuaciones en otros. Sin embargo, la lección que nos ha dado la Naturaleza, en este corto periodo de tiempo, es que aún nos queda mucho por aprender de ella. Y no olvidemos que, como afirmaba Hipócrates, la ciencia es la madre del conocimiento, pero en ocasiones las opiniones son las que engendran la ignorancia.
