Carmen Palomino es, sin duda, una mujer muy especial. Artista y emprendedora, es la propietaria de la Casa Rural El Carmen, en Ribera Alta, que es todo menos un alojamiento rural al uso. Se destila arte y personalidad por sus cuatro costados, y eso, algo tiene que ver con su dueña. Hoy entrevistamos a Carmen para conocer más de cerca su polifacético día a día.
Comencemos hablando acerca de cómo te decides a poner en marcha esta casa rural. La idea nace hace tiempo. Aunque soy de Madrid, he vivido casi veinte años en Ibiza. Allí, además de exponer y pintar, daba clases a diferentes grupos de todas las edades. Entonces, aprovechando los alicientes que la isla ofrece, pensé en dar alojamiento para gente que quisiera pintar, ya que en verano también recibía turistas que querían visitar mi taller o unas sesiones de pintura. Pero las condiciones de la isla para esta idea a mi no me eran favorables, así que decidí venir un poco a ciegas aquí, de donde procede parte de mi familia y empezar definitivamente con el proyecto.
¿Qué tipo de turista llega hasta tu casa y por qué terminan eligiéndola? Teniendo en cuenta que solo llevo un año con la casa abierta al público, los huéspedes han sido de todo tipo. Viajeros que están haciendo una ruta por Andalucía y quieren un descanso y de paso tener la experiencia de la vida auténtica en el entorno rural; gente que solo ha necesitado alojamiento para descansar y reponer fuerzas, y también los hay que han llegado hasta aquí para disfrutar de una experiencia en el taller de pintura con algunas clases. A todos les ofrezco productos de la zona, los quesos, los vinos, el aceite y cómo no, en la mesa de los desayunos no faltan las mermeladas caseras, y el bizcocho recién horneado. También, dependiendo de la época del año, los productos que cultivo en el huerto, si deciden comer o cenar sin moverse de casa.
Sin duda, tu otra gran faceta es el arte. ¿De dónde nace tu pasión por la pintura? Desde que tengo memoria estoy pintando. Es para mí una necesidad básica. Mi taller y el estar rodeada de todos los materiales, el olor a los disolventes, las pinturas, es lo que realmente me da la vida.
Dicen por ahí que sabes ver una obra de arte en lo que otras personas desechan. ¿Es cierto? No sé si una obra de arte, pero es verdad que la gente desecha cosas increíbles!, y a mí me gusta darles una segunda o tercera vida, con su utilidad original o cambiando radicalmente su uso. Puede que esta faceta haya nacido de la necesidad, y hoy es una norma para mí. Pienso en lo que necesito y siempre aparece algo que puedo hacer servir para ello. Un ejemplo: necesitaba una lámpara de exterior para una zona de relax bajo una parra, tenía mi lavadora rota, la desarmé y ¡con el tambor hice una lámpara que da una luz preciosa! Bueno y con el cristal de la puerta una ensaladera de diseño (risas). Los respaldos de sillas viejas los he reconvertido en toalleros o percheros, y preciosos sillones antiguos, retapizados y pulidos se ven nuevos… Me gusta pensar en qué habrán visto todas esas cosas en sus anteriores vidas. Por eso también intento estar fuera del circuito de consumo, ya hay demasiadas cosas hechas, cosas bonitas y buenas para que sigamos demandando más y más de todo.
Decoras ropa, bolsos, marcapáginas; haces estuches. ¿Te pones algún límite en tu creatividad? Me gustan los retos, y siguiendo la norma de residuos mínimos, antes de tirar algo pienso en para qué podría servir, y es ahí donde me pongo a maquinar. También por el hecho de crear cosas originales, hechas con las manos, en las que proyecto toda mi energía y experiencia, artículos que se escapan de las modas y son únicos.
Otra de tus pasiones es la huerta. Hasta elaboras tus propias conservas… Se trata de conseguir calidad, de dar un paso atrás y volver a la vida más sencilla, el autoabastecimiento, el trueque, el respeto por las costumbres del campo, el pasar ese tiempo en la cocina recreando costumbres de nuestras abuelas. Estoy a favor de los adelantos, la tecnología, la investigación, ¡claro que sí! Pero nos olvidamos de lo importante que es la Naturaleza, el silencio, y todo los que nos ofrece el campo en cada momento y en cada lugar.
¿Cómo ves la vida en las aldeas en los últimos años? ¿Crees que hay esperanza de frenar un problema tan grave como la despoblación y revertir la dinámica? Yo no llevo aquí mucho tiempo, hace cinco años que llegué. No tengo mucha información. Sí veo que la gente se va buscando alternativas para una vida mejor, en las ciudades, en el extranjero. Eso está bien, es lógico, pero también creo que se pueden hacer cosas preciosas y salir adelante, crear autoempleo y empleo para otros observando las necesidades que otros demandan buscando la calidad y la autenticidad de la vida rural. Sé que hoy gente joven lo está haciendo, y mujeres increíbles que apuestan por ello. Sinceramente, creo que es el mejor futuro que podríamos tener: la proximidad, la economía circular, la vida sencilla. Eduardo Galeano dice: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Eso resume perfectamente lo que pienso.
Finalmente, preparas actualmente una exposición de tu obra. ¿Qué puedes adelantarnos? En el primer momento pensé solamente en la pintura, que es de lo que he vivido los años anteriores a llegar aquí, pero una mujer fantástica (Maché) tuvo la idea de completarla con algunas de las cosas que hago, restauro y reciclo. Y si todo va bien, será un recorrido de mi actividad de los últimos años.