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Una feminista en la cocina

Un lugar muy oscuro

Te gustaría ver la claridad del día, sin tener miedo a que la realidad se te clave en los ojos

Publicado: 23/03/2023 ·
12:27
· Actualizado: 23/03/2023 · 13:19
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Hay un lugar muy oscuro donde las canciones no llegan, ni la luz, ni las risas. Sí los llantos y la soledad, la cabeza tapada con una manta y la noche eterna. No te deja ver la claridad del día, ni el futuro. Solo estas tú y tus huesos insepultos. La cabeza te estalla pareciendo que no hay más realidad que esa, porque cuando intentas echar los pies fuera de la cama, se te hace más vital dejarlos dentro, volverte hostil al mundo y olvidarte de todo. Los pies no andan, la cabeza quiere dormir y toda tú eres maraña de hilos. Pero tienes que hacerlo, te lo debes. Pones un pie fuera y otro a su lado. Sin mirarlos, los impulsas a que hagan lo que siempre hicieron. Te mantienes erguida un rato, hasta que te das cuenta que el lugar oscuro se ha levantado también de la cama y camina contigo.

Te lo intentas sacudir como perro mojado por la miseria, pero está adherido tan intrínsecamente a tu ADN que es imposible. Lo intentas una y otra vez. Lo has hecho por años, pero quizás solo debas creer más en ti misma, devolverte favores, darte las gracias, enamorarte de tus virtudes y, sobre todo, de tus defectos. Esos que te hicieron ser lo que eres y que tanto gustan al lugar oscuro. Te gustaría desmontarlo parte a parte, comerte sus oscuridades, apuñalar su ranciedad y rasgar cada uno de sus rincones verdinosos. Te gustaría ver la claridad del día, sin tener miedo a que la realidad se te clave en los ojos. La realidad está ahí, esperando pacientemente a los pies de tu vida junto con la esperanza, el futuro, la sabiduría y la resiliencia. Pero es difícil, lo sé. Muy complicado. Siempre lo ha sido. Como cada una de las veces que lo has intentado y caído en el intento.

Cada una de las veces que has peleado con todas tus fuerzas para nada. Y aun así, estamos puestas de pie, enfrentándonos a la nada con los pies trabados por el lugar oscuro. Ahora puedes darte cuenta que tiene una grieta en su impenetrable oscuridad. Una pequeña y casi invisible grieta, que te afanas en ojear una y otra vez, incrédula. Porque tú la has hecho. Tú con tu fortaleza. Levantas la nariz y hueles lo que entra a través de ella… un suave viento de primavera, cargado de esperanza en que todo puede mejorar.

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