La disfunción eréctil, a veces llamada impotencia, es la incapacidad para lograr o mantener una erección del pene durante suficiente tiempo para poder tener una relación sexual satisfactoria, por tanto no es la falta de deseo sexual ni problemas con la eyaculación o el orgasmo. La disfunción eréctil puede ser una incapacidad total para lograr una erección, una capacidad inconsistente para hacerlo, o una tendencia a tener solamente erecciones breves
La disfunción eréctil puede ocurrir a cualquier edad pero es más común en hombres mayores de 65 años. Así, puede presentarse en un 5 por ciento en mayores de 40 años y en un 15 a 25 por ciento en mayores de 65 años de edad.
Hay numerosos factores que pueden alterar los mecanismos fisiológicos implicados en la erección: el 80% de los casos es por causa orgánica, y el 20% restante por causa psicológica o emocional, aunque hay muchos casos de causa mixta, es decir, orgánica y psicógena.
Las causas más frecuentes son aquellas que afectan los vasos sanguíneos y la circulación de la sangre al pene, tales como el endurecimiento de las arterias o arteroesclerosis, fumar, sufrir hipertensión arterial, diabetes, algunas enfermedades cardíacas y variaciones en los niveles de colesterol en sangre pueden provocar trastornos vasculares que dificulten la erección, menos frecuente es por la pérdida del deseo sexual. Así, la fatiga, la inapetencia, la falta de ejercicio, el insomnio o un fracaso laboral también desequilibran los reflejos sexuales, en cuanto a las causas hormonales son poco frecuentes y generalmente se deben a una falta de hormonas sexuales masculinas.
Existen varias patologías crónicas que pueden favorecer la producción de esta enfermedad. Por otro lado, algunos medicamentos tienen como efecto secundario disminuir la capacidad de tener una erección, entre ellos hay algunos fármacos para tratar la hipertensión, las enfermedades cardíacas y los trastornos psiquiátricos. Cualquier condición física o emocional que interfiera con el deseo sexual, el flujo de sangre o las señales neurológicas al pene pueden causar disfunción eréctil. Por lo general, en los hombres que padecen esta enfermedad es común el sentimiento de soledad, menor hombría, vergüenza, culpabilidad y sensación de cronicidad.
El diagnóstico se realiza a partir de la historia clínica y de una revisión médica. Una entrevista con el afectado puede revelar factores psicológicos involucrados en el trastorno de la erección, los medicamentos que está tomando, lesiones que pudieran causar la disfunción eréctil, y todo cambio reciente físico o emocional en su vida. También puede ser útil entrevistar a la pareja sexual para corroborar dichos factores y obtener determinadas percepciones de la vida sexual desde otro punto de vista. Con frecuencia también se realiza un análisis de sangre y/u orina general además de los niveles de hormonas masculinas.
El manejo terapéutico debe de ser individualizado y teniendo en cuenta las expectativas del paciente. En primer lugar, deben corregirse los factores de riesgo que sean modificables: azúcar, colesterol, tensión arterial, medicamentos, etcétera. En cuanto al tratamiento, en primera línea están los fármacos orales, el implante de prótesis y la revascularización sólo son apropiados para pacientes muy seleccionados. La psicoterapia puede ser una opción de tratamiento para los pacientes con disfunción eréctil de origen psicógeno, sola o asociada a fármacos orales.
La mayoría de las disfunciones erectiles son abordables en atención primaria, mediante el consejo sexual y el tratamiento con fármacos por vía oral, aunque puede ser conveniente el abordaje desde la atención especializada para la orientación diagnóstica y tratamiento.
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