El traje de los domingos

Publicado: 06/10/2024
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Esto viene a colación de pensamientos variados que se me pasaron por la cabeza sobre la situación económica del país
Aunque viniera de una raíz dolorosa, criarme con mis abuelos fue una de esas cosas que me hizo florecer. Y, recordando sus historias, encontré el título para la columna de hoy. En un país de tradición cristiana como es el nuestro, era costumbre acudir a misa de domingo con las mejores galas que se tuvieran. Siempre me llamó la atención, toda vez que la Biblia dice que Jesús se rodeaba de gente humilde; de entre los estratos sociales menos favorecidos, salía el grueso de sus discípulos. Mis abuelos me contaban cómo era eso de guardar un traje para los domingos en una época en que se trabajaba por dos reales, mantenidos y con apenas un terno nuevo cada año. La misa era como un acto social en el que había que lucir lo mejor posible para no evidenciar que a veces el pan en la mesa era escaso... cuando lo había.

Esto viene a colación de pensamientos variados que se me pasaron por la cabeza sobre la situación económica del país. España crece a buen ritmo según los datos macroeconómicos, pero seguimos teniendo dificultades en cada hogar para llegar el fin de mes; ya quisiéramos muchos acortar el calendario, viendo como cada mes ronda los treinta días y los más afortunados están a fin de mes desde el día diez. Sí, mostramos cifras que dan confianza para invertir a esos seres mitológicos a quienes se culpa de todos nuestros males y contra los que parece que nada se puede hacer: los mercados. Nuestro país crece, todo va bien, pero es casi imposible alquilar un piso, de comprarlo ni hablamos y eso aún durmiendo regular porque nos molesta el rugido de las tripas. Eso es lo que no se muestra a los mercados ni a otros países, esas son las cifras que hacen de traje de los domingos mientras la situación de las clases humildes (la falsamente llamada clase media) serían el frenazo en el calzoncillo.

Se supone que vivimos en un sistema de libre mercado y esto, según las teorías del liberalismo económico, fomenta la competencia; supuestamente, esto debería resultar en unos mejores productos y servicios a precios más bajos. Sin embargo, esto no es así. Tenemos la red móvil y de internet de peor calidad y más cara de Europa, los carburantes están casi al mismo precio en las gasolineras y el aceite de oliva cuesta casi lo mismo sin importar en qué supermercado lo compres. Las grandes empresas de cada sector actúan como lobbies sin competir entre sí y mantienen unos márgenes de beneficios obscenos a base de subidas de precios sin justificación (con muchas excusas, pero sin razones objetivas). La mano invisible que, se supone, regula el mercado no es tan invisible y tiene nombre y apellidos. No obstante, el Gobierno y las Administraciones siguen centrados en su guerra de banderas mientras se ponen de perfil cuando toca enfrentarse a los grandes empresarios, culpables a la sazón de esta inflación que enjuga las subidas de salarios.

Se propuso topar el precio de los alimentos y decían que eso era comunista. Se subvencionó el combustible y decían que eso era comunista. Se propuso poner un techo a los precios de los alquileres y, también, decían que eso era comunista. Cualquier medida que pueda aliviar al pueblo de los abusos de unos cuantos millonarios es comunista. Pues miren ustedes, a lo mejor hace falta implementar un poco de comunismo y tomar medidas que impliquen un poco de aire a una clase trabajadora que, a poco que avance, se encuentra con un auténtico atraco en el súper, en el alquiler, en la gasolinera... porque está bien que el país presente grandes cifras, pero estaría mejor que los salarios den para vivir dignamente. Al final, como dirían mis abuelos, están matando de hambre a la familia para lucir un nuevo traje de los domingos.

 

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