Dedicar tu vida a los demás es una opción muy particular y personal que se valora poco en estos tiempos. Es curioso, pero si no sales en las redes sociales, tu labor no es importante y eso, para muchos compañeros que día a día entregan su vida a los demás, no es muy justo. Cierto es, que aquellos/as que se entregan a la labor social no pretenden ser reconocidos. “Con dormir bien cada noche, me es suficiente”, comentaba un compañero de trabajo; y en cierta medida, en general es así.
Estos voluntarios no esperan nada a cambio y muchos han convertido su pasión y solidaridad en su profesión, tan digna como cualquier otra. Pero ya sabemos que dicha solidaridad no promete esa reciprocidad, y por mucho que te entregues, no siempre se recibe el mismo trato ni la misma voluntariedad. Curiosamente, hoy a una compañera que trabaja en una asociación centrada en cuerpo y alma a los demás, en su labor diaria le han robado el móvil esos mismos que recibían su ayuda, creando cierta controversia interior que descargaba con un llanto desesperado, y no por el móvil en sí, más bien por lo desagradecido de la situación. Así es esta vida, tan miserable como indigna, y preguntarte si merece la pena es confundir a un indecente por todos aquellos que cada día reciben “tu gracia”.
Particularmente, me ha dolido dicha situación y no negaré que me he llenado de ira al oír sus palabras confusas entre lágrima y dolor, que pasarán y volverá a su lugar de trabajo, entregando todo aquello que cada día ofrece, con las puertas abiertas de par en par esperando y deseando que este injusto mundo cambie. Hoy mis palabras van para todos esos voluntarios que se entregan a los demás, que hacen de este mundo un lugar mejor y que a pesar de esos momentos incongruentes y controvertidos que viven, siguen entregados y dispuestos a cambiar esta sociedad. Y en especial a Marga, eterna hasta en la adversidad.