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Viernes 19/04/2024  

La Gatera

Cambiando

No sé si a usted le pasará lo mismo, pero últimamente las conversaciones que giraban sobre la crisis y sobre cómo nos está afectando a cada uno de nosotros, han ido sufriendo transformaciones...

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No sé si a usted le pasará lo mismo, pero últimamente las conversaciones que giraban sobre la crisis y sobre cómo nos está afectando a cada uno de nosotros, han ido sufriendo transformaciones, y después de la indignación que produce el hedor de la corrupción, el asunto ha dado una vuelta de tuerca más y ahora además, todo el mundo habla de que tenemos que cambiar. Cambiar esta forma que tenemos de enfocar nuestras vidas. Cambiar esquemas, pilares y valores. Cambiar, porque este camino no es el correcto. Pero cambiar todos. No simplemente los que nos gobiernan, también los que somos mejor o peor gobernados. El eje de esta carreta chirría, y para que no nos llamen “abandonaos” como cantaba Atahualpa, algo hay que hacer, y el primer paso obviamente es cambiar.

Pero a veces el cambio no está en mirar hacia delante, a veces el cambio que nos lleve a una solución puede estar en una mirada a nuestro pasado más inmediato. A la reflexión sobre los pasos que dieron años atrás nuestros mayores.

Por eso me ha llamado tanto la atención leer en la prensa una iniciativa que ha tenido el Ayuntamiento de Pilas, localidad muy vinculada al sector agrario, concretamente al olivo. Y buscando remedio a esa dura lacra que es el paro, ha organizado un curso para veinte personas para enseñar a desmarojar olivos. Y esto, que a lo mejor a usted y a mí nos puede sonar a chino, o a un brindis al sol que poco efecto va a hacer sobre nuestros jóvenes, ha sido todo un éxito. Pues para esas veinte plazas, se han presentado cien. Otras localidades están mirando también con esperanza hacia el campo. Como la campaña de la fresa en Huelva, en la que los empresarios se comprometen a buscar mano de obra local. O la Escuela de Pastores de Andalucía en el Parque de Grazalema. Ya le digo, mirando hacia atrás encontramos nuestros campos andaluces, no es mala cosa.

Me viene a la mente la imagen de mi abuelo José, campesino honrado y sabio, que talaba los olivos como quien peina a un hijo antes de salir, con el mismo amor. Murió pensando que sus nietos, los que nunca nos manchamos las manos con la tierra, habíamos prosperado. Puede que en ese momento sí, pero no imaginaba que entre los varales y el “calabozo” para podar, él estaba sembrando futuro.

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