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Las brechas en el alma

Tengo un libro que siempre se abre por la misma página; le ocurre lo mismo que a esa única ventana que hay en la habitación. Por esa página y esa ventana llegan la luz de la vida...

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Tengo un libro que siempre se abre por la misma página; le ocurre lo mismo que a esa única ventana que hay en la habitación. Por esa página y esa ventana llegan la luz de la vida. Basta asomarse a ellas para encontrar mucho más de lo que es posible recoger en ese instante de apertura y hasta en mucho mayor espacio de tiempo.
Se está mirando la vida, tal como es, con sus contrastes, con sus brillos y sus tonos oscuros, con sus caminos bien alineados y los que son tortuosos, con los tonos delicados de la paz y las algarabías de las refriegas, con amor y con dolor.

Esa página del libro y esa misma ventana me vienen acompañando a lo largo de mi vida y es una gran maravilla que cada día leo y veo frases e imágenes distintas. Quizá tengan algún parecido las de un día con las del anterior pero, aún así, proporcionan otro sabor, otra impresión, otra contemplación u otra meditación.

Por la ventana ves algo que había permanecido escondido, que no habías descubierto hasta ese momento y que te impresiona. En lo que lees aparecen nuevas ideas y sentimientos que te hacen pensar, que las acoges y que pasan a formar parte de tu ser.

Cada una de esas impresiones van dejando una huella en el alma, al igual que las aguas de un manantial van abriendo surcos en la tierra, en la arenisca y hasta en la roca que, por muy dura que sea, tendrá cuando menos el roce de esas aguas, unas veces discurriendo con suavidad y otras con fuerza y hasta violencia.

Pequeñas o grandes huellas, cada una con su propia identidad, irán llenando el alma. La capacidad de ésta es infinita; no hay amor ni dolor, por grandes y fuertes que sean, que puedan agotar la disponibilidad a la acogida del alma.

Un amigo mío las llama brechas del alma y es verdad que lo son porque calan muy hondo, aunque la señal externa sea mínima y casi no se vea. Las brechas del alma son el cauce de algo especial, de algo que ya forma parte de la vida del hombre, de cualquier persona, que en esto sí que hay igualdad.

Toda persona tiene ese libro y esa ventana en el que se lee y se ve la propia vida y todo el panorama del mundo. A veces nos empeñamos en negar que somos sensibles a todo lo que llama a la puerta del alma, pero esas llamadas ya son, en sí mismas, brechas de las que un día cualquiera brotará amor y paz infinita. No hay por qué tratar de tapar esas brechas, ni tan siquiera disimularlas.

¿Por qué se ha de cegar lo que es fuente de amor del alma? En la vida de cualquier persona y en la de todo el mundo, en las relaciones de cualquier tipo y a cualquier nivel, es necesario que el alma aporte lo bueno que en ella hay; que lo hay siempre por muy duras que sean las circunstancias que rodeen a cualquiera y al ambiente y por muy duro que sea o pretenda ser el carácter personal.

No maltratemos a la vida de unos y de otros, de los más cercanos y de aquellos que ni siquiera vemos pero que pueden, de alguna forma, recibir algo de nosotros mismos. Es tan hermoso procurar la felicidad de los demás, llevando paz a sus almas, que de esas brechas del alma se ha de procurar que siempre brote amor, aunque hayan sido producidas por el dolor.

En ese libro de tu vida habrá de todo, pero cada día se podrá mejorar algo si al leer esa página de siempre brota, de alguna brecha de tu alma, algo que puede ser como una lágrima invisible llena de dolor y ansia de perdón. Hay que dejar que esa lágrima siga su camino. Llegará a su destino, el que sea, y hará bien. Se necesita allí, donde sea, y también en tu alma.

Que al dejar que tu vista contemple cuanto en el mundo sucede cada día, cerca de ti y también en la lejanía, puedas llegar a ver cómo el dolor se transforma en amor, porque de las brechas de tu alma llegó hasta cualquier lugar un algo de ilusión, de cariño y deseo de paz.

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