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Gente, lugares y tradiciones

Poetas malagueños: Emilio Prados

Fue Emilio Prados, con Manuel Altolaguirre, ambos poetas de la Generación del 27, co-fundador de la prestigiosa revista ‘Litoral’, que desde Torremolinos lleva al mundo entero, entre otras sublimes gracias, la luz del arte bellísimo de la Poesía.

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Duerme la calma en el puerto /  bajo su colcha de laca, / mientras la luna en el cielo / clava sus anclas doradas. / ¡Corazón, rema!”. Preciosos versos del poeta malagueño Emilio Prados, que en 1926, junto con su colega y paisano Manuel Altolaguirre, dio vida a la revista ‘Litoral’ en la imprenta ‘Sur’ que ellos mismos habían fundado.

   Fuera de Andalucía, es probablemente Emilio Prados el poeta menos conocido de la Generación del 27, aquélla que firmemente contribuyó a elevar a la gloria de la Literatura a poetas como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Pedro Salinas, Jorge Guillén y Manuel Altolaguirre.
  
Emilio Prados tuvo su primera inspiración, como tantos otros de su tiempo, incluso de entre sus compañeros de generación poética, en los versos de Juan Ramón Jiménez, a quien conoció personalmente. En sus versos Emilio cerró la puerta al mundo. Escribe:   “Cerré mi puerta al mundo; / se me perdió la carne por el sueño... / Me quedé, interno, mágico, invisible, / desnudo como un ciego. / Lleno hasta el mismo borde de los ojos, / me iluminé por dentro. / Trémulo, transparente, / me quedé sobre el viento, / igual que un vaso limpio de agua pura, / como un ángel de vidrio en un espejo”.

    De familia acomodada, nació Emilio Prados en Málaga el 4 de marzo de 1899. Vivió en su Málaga natal, donde cursó los estudios de secundaria, hasta la edad de 15 años. Ya con esa temprana edad, y también posteriormente, frecuentaba las tertulias de literatos en el Café Inglés, ubicado en la calle Larios. Aquí conoce a intelectuales como Manuel Altolaguirre, José María Souirón, José María Hinojosa, con quienes cultiva amistad.
 
  En 1914 es admitido en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde conoce a Juan Ramón Jiménez, cuyo estilo literario le impresiona profundamente. A partir de 1918, amplía su círculo de amistades al formar parte del grupo universitario de la Residencia. Conoce a Salvador Dalí, Luis Buñuel y Federico García Lorca, además de otros insignes poetas y artistas, y se abre a nuevos horizontes. Es en este grupo donde se gesta la idea de la famosa Generación del 27, que abarca a otros poetas de actualidad ajenos a la Residencia. La inoportuna enfermedad pulmonar que padecía desde niño se le agrava y ello le lleva en 1921 a ingresar en un sanatorio de Suiza, donde pronto se recupera. En 1922 reanuda sus estudios y profundiza en Filosofía, recorriendo varias ciudades europeas, entre ellas París, donde conoce a Pablo Picasso.

   Ya de vuelta a Málaga, en 1924, se dedica de lleno a sus tareas de escritor y un año después funda la imprenta de la que saldrán las obras de los mejores poetas del momento. Crea en 1926 la revista ‘Litoral’ con Manuel Altolaguirre. A través de ‘Litoral’ consigue agrupar a los más admirados poetas y escritores del momento, que gustosa y desinteresadamente colaboran con sus trabajos a la popularidad de la revista, la más representativa de la intelectualidad literaria en los años veinte.  
 
  La República le sorprende en 1931 y, aunque simpatiza con ella, al igual que otros colegas suyos, le causa profunda tristeza que un grupo de milicianos incontrolados fusile en 1934 a su buen amigo José María Hinojosa, al que previamente, por asalto, habían sacado de la prisión provincial, donde estaba recluido. Ello le hace desplazarse a Madrid, donde se adhiere a la Alianza de Intelectuales Antifascistas, colaborando asiduamente en tareas humanitarias.

    Tras publicar en esos años varias de sus obras y colaborar con las ediciones de otros escritores y poetas, en 1938 le es otorgado el Premio Nacional de Literatura por su obra poética ‘Destino fiel’, sobre poemas de la guerra. Instalado poco después en Barcelona, junto con su colaborador Altolaguirre, continúa con las labores de publicación literaria; pero, dada la angustiosa situación por la que atravesaba todo simpatizante de la República, finalmente decide marchar a París a principios de 1939. Poco después se exiliaría a México, donde murió el 24 de Abril de 1962. Contaba tan solo 63 años, pero legó a la posteridad más de treinta libros repletos de su nostálgica poesía. En México había relanzado, junto con otros exiliados, su revista ‘Litoral’, en la actualidad resucitada en Torremolinos.         
 
  Como colofón, se ofrece a continuación el siguiente ramillete de versos de Emilio Prados. Su poema ‘Alba rápida’ se desgrana así: “¡Pronto, deprisa, mi reino, / que se me escapa, que huye, / que se me va por las fuentes! / ¡Qué luces, qué cuchilladas / sobre sus torres enciende! / Los brazos de mi corona, / ¡qué ramas al cielo tienden! / ¡Qué silencios tumba el alma! / ¡Qué puertas cruza la Muerte! / ¡Pronto, que el reino se escapa! / ¡Qué se derrumban mis sienes! / ¡Qué remolino en mis ojos! / ¡Qué galopar en mi frente! / ¡Qué caballos de blancura / mi sangre en el cielo vierte! / Ya van por el viento, suben, / saltan por la luz, se pierden / sobre las aguas... Ya vuelven / redondos, limpios, desnudos... / ¡Qué primavera de nieve! / Sujetadme el cuerpo, ¡pronto!, / ¡que se me va!, ¡que se pierde / su reino entre mis caballos!, / ¡que lo arrastran! , ¡que lo hieren! / ¡que lo hacen pedazos, vivo, / bajo sus cascos celestes! / ¡Pronto, que el reino se acaba! / ¡Ya se le tronchan las fuentes! / ¡Ay, limpias yeguas del aire! / ¡Ay, banderas de mi frente! / ¡Qué galopar en mis ojos! / Ligero, el mundo amanece...”
 
  Y un elocuente poema que Emilio Prados titula simplemente “Canción” se expresa en los siguientes bellos versos: “No es lo que está roto, no, / el agua que el vaso tiene: / lo que está roto es el vaso / y, el agua, al suelo se vierte. / No es lo que está roto, no, / la luz que sujeta al día: / lo que está roto es el tiempo / y en la sombra se desliza. / No es lo que está roto, no, / la sangre que te levanta: / lo que está roto es tu cuerpo / y en el sueño te derramas. / No es lo que está roto, no, / la caja del pensamiento: / lo que está roto es la idea / que la lleva a lo soberbio. / No es lo que está roto Dios,  / ni el campo que Él ha creado: / lo que está roto es el hombre / que no ve a Dios en su campo”.

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