Alguien en estos días pasados lo ha insinuado en las líneas de opinión de un medio de comunicación. Entre tanta lectura no recuerdo quién ha sido. Pero lo cierto es que, sin ninguna base sólida o científica, en estos tiempos de calor sofocante parece que las buenas ideas se reblandecen para dar paso y rienda suelta a lo peor de algunos, sobre todo de aquellos que esconden dentro, muy adentro, algo inconfesable u oculto, que a Dios gracias sale pocas veces a la luz.
Parece que este tiempo de calor es el más propicio para las historias negras de este país. En plena canícula fue el crimen de los Galindos, del que ahora se cumplen 40 años y que sigue sin resolverse con cierta claridad. La matanza de Puerto Urraco fue también veraniega. Y algún que otro secuestro con final trágico se produjo en verano. Piensen, echen la vista atrás y seguro que algún episodio de la España trágica, de esa España de portada de “El Caso”, se les viene a la memoria.
Algunos hemos tenido nuestra dosis de cercanía con un escalofriante suceso la pasada semana, en la que la estadística nos situaba muy cerca del mismo, por tener la suerte de conocer al sacerdote Carlos Martínez, vilmente asesinado en la puerta de su casa, por un desalmado y tirano individuo (nada de presunto), que decidió arreglar sus problemas acuchillando en cinco ocasiones a un buen hombre como era el sacerdote. Los líos de su separación, evidentemente, los ha solucionado, aunque espero que le caiga encima otro problema de un buen puñado de años. La justicia por un lado y el peculiar régimen penitenciario de nuestro país sabrán lo que hacen.
No creo en la reinserción de tipos como este, que presuntamente (ahora sí) se arrepientan dentro de un tiempo de lo que han hecho. “Quien nace lechón, muere cochino”, dice el refrán. Creo, por tanto, en algo más efectivo como es el cumplimiento íntegro de las penas para determinados delitos, aunque esto también responda a otro dicho o refrán: “El que la hace, la paga”.
El que no esté preparado para aguantar el calor, que viva a la sombra. Es lo mejor para él y para los que nos gusta vivir en paz y sin sobresaltos. Y sin sangre de por medio, mucho más si la misma se trata de sangre de un inocente, como es el caso. Sí, la justicia en este país necesita una reforma. Y si nadie coge este toro por los cuernos será posible que sigamos escribiendo la historia negra de España a golpe de fascículo veraniego.
O lo arreglan o mal vamos. Pero teñir de rojo nuestras vidas es algo a la mayor parte de españolitos no nos agrada.