Cuestión de honor
El profesor Sean O?Shaughnessy, de la Universidad de Dublín, es autor de una prolífica obra antropológica cuyo principal objeto de interés ha sido, desde sus comienzos como asesor cualificado de la Diputación Provincial de Cádiz...
“La grandeza moral de los grupos humanos se mide en atención al comportamiento de sus estafadores. Así se conduzcan los ladrones, así habrá que valorar la sociedad a la que pertenecen. Algunas tradiciones, documentadas por estudiosos de los pueblos asiáticos, exigen a quienes vulneran las pautas de convivencia instituidas por la comunidad un tributo oneroso: el de la propia vida. (En una obra mía anterior he descrito los rituales cuyos códigos regulan la expiación pública de la culpa en determinadas culturas; véase El hara-kiri como factor de riesgo en la úlcera de duodeno, Oxford University Press, 1997). El ladrón que se sabe atrapado reconoce en público su culpa, que acaba siendo también la de su linaje, y, en un acto de suprema contrición, se suicida. Este modelo represivo de las conductas asociales que rige en algunos pueblos asiáticos no tiene, ni con mucho, carácter universal. De hecho, éste que podríamos llamar patrón asiático manifiesta una antitética oposición con el que denominaremos patrón mediterráneo meridional o español.
Tal es así que, según evidencia la amplísima producción literaria compuesta sobre la materia, el español que es cogido en un renuncio (léase desfalco, cohecho, soborno, tráfico de influencias, alzamiento de bienes, evasión de capitales, etc.) jamás considerará como posibilidad rebanarse el vientre con una catana, ni levantarse la tapa de los sesos con un revólver de pequeño calibre, ni abandonarse en el tendido férreo al paso del Intercity Sevilla-Alicante, ni arrojarse al vértigo del Tajo de Ronda. No. Un español cabal que se precie de tal negará la mayor, defenderá su inocencia con hidalga indignación, denunciará la insidia de una pérfida conspiración dirigida a socavar su reputación. Y si, pese a todo, acaba con sus huesos en el presidio, no cejará en su queja en la convicción de que, si demostró pericia en el robo, siempre habrá un consejo de administración que le acoja una vez cumplida la condena. El sinvergüenza español no se tiene a sí mismo como un ser de talla moral inferior a la del japonés que no duda en atizarse un espadazo en la barriga para obtener el perdón de sus conciudadanos. De hecho, asegura, si no recurre a medios tan expeditivos como los usados por sus homólogos orientales es debido a una prevención, la que aprendieron de sus madres y abuelas, que recomienda no acuchillarse los intestinos si lo que se persigue es mantener una vida saludable”. Sirva este extracto de una de las obras emblemáticas de O’ Shaughnessy para ilustrar la noticia que este mismo viernes hará pública el portavoz del departamento de Cultura de la Diputación Provincial, una de las instituciones más apasionadas en la exaltación y apología de la figura del profesor dublinés. Pues, –y ésta es la revelación que mediante estas líneas compartimos con los muchos admiradores de la obra del genial autor de La vida es una tómbola– el antropólogo O’ Shaughnessy será uno de los invitados de relumbrón en la próxima edición de los Cursos de Otoño que con periodicidad anual celebra la Universidad de Cádiz en Algeciras. La ciudad cuyos tules humedece la Bella Bahía volverá así a convertirse, una vez más, en referencia mundial de los círculos académicos y faro para los investigadores en el ámbito de las ciencias sociales. La organización ha encomendado a O’ Shaughnessy la dirección del seminario Ética y financiación de partidos políticos, o cómo comerse las manos hasta el muñón sin morderse las uñas.
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