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La novena provincia

El buen samaritano

La misericordia la practica quien menos esperábamos, mientras nosotros volvemos la cara como hacemos cada día cuando cambiamos hasta el canal de televisión cuando aparecen las imágenes de esos refugiados que se no está muriendo a chorros y nos lamentamos pero no hacemos nada

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EL BUEN SAMARITANO

  Esta pasada semana he tenido la suerte de poder asistir a unas charlas en la Parroquia del Espíritu Santo de la Piñera bajo el título ENCUENTRO CON EL EVANGELIO. Me gustan esas charlas en las que el cura de manera informal entra en profundidad en lo que quiere significar el evangelio.

La primera de las reuniones consistió en un análisis sobre la Parábola de Lucas, EL BUEN SAMARITANO, en la que se resalta el amor al prójimo. Y nos habla de que un hombre fue asaltado por unos bandidos que lo molieron a palos dejándolo medio muerto. Y que por allí pasó un sacerdote, lo vio, dio un rodeo y se marchó. Lo mismo hizo un levita( Un alto funcionario) que también pasó de largo. Y pasó un samaritano (un descreído, la casta más baja) que iba de viaje pero que, sin embargo, se paró, le vendó las heridas y lo montó en su cabalgadura hasta llevarlo a una posada  y lo cuidó.
Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al posadero para que le cuidara hasta que él volviese de viaje.

¿Cuál se ellos se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos??.
El que practicó la misericordia con él.
Jesús le dijo: -Anda, haz tú lo mismo.
Ahí está la diferencia, en la consideración de quien es nuestro prójimo. Para unos es la propia familia, para otros los amigos, pero en la parábola que se nos analizó nos habla de un hombre, sin nombre, sin rasgos, ni blanco, ni amarillo, ni negro.

  No concreta, no se queda en la familia o en los amigos o en gente cercana sino que generaliza, el prójimo es cualquiera, un católico, un musulmán, un judío, un ateo, un inmigrante, un refugiado,   cualquiera que lo necesite y se practique la misericordia con él.

Y, curiosamente, en la parábola,  la practica una persona que es la que menos se esperaba, ese samaritano del que ninguno esperábamos nada mientras nosotros mismos volvemos la cara como hacemos cada día cuando cambiamos hasta el canal de televisión cuando salen las imágenes de esos refugiados que se nos están muriendo a chorros porque buscan un mundo mejor y nos lamentamos pero no hacemos nada y echamos la culpa a quien sea menos a nosotros mismos.

  Eso es lo que significa esa parábola. No hace falta ser católico, ni musulmán, ni judío ni ateo, lo que hay que ser es buena persona. Mejor dicho, lo que tenemos que ser y nos metemos todos, buenas personas. Ahí siempre estará Dios.
Algeciras a 11 de marzo de 2016
Patricio González
 

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