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Y al final la liebre le ganó la carrera al galgo

El Xerez no era la liebre, ni siquiera un lobo con piel de cordera, era un auténtico depredador de récords

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El compañero, y sin embargo amigo ¿o era enemigo?, de al lado de esta página, basado en esos fantasmas del pasado que tanto miedo nos ha dado a todos este año, llegó un día a la redacción tirando de fábula para advertir de que el Xerez tenía que ir con mucho cuidado en su carrera final, ya que podría pasarle como a la liebre con el galgo. La primera toma ventaja, se escapa, consigue diferencia con su presa, pero al final acaba mordida, devorada por la insistencia y la rapidez de su perseguidor. En atletismo suele pasar también, lanzan a la llamada liebre para darle un ritmo alto a la carrera, pero al final siempre son otros los que acaban ganando. Bueno, también alguna vez la liebre se escapó tanto, que al final por inercia, y hasta casi sin quererlo, acabó atravesando la línea de meta en primera posición.


El compañero, y con esto dejo de sacar intimidades de su vida privada, vaya a ser que se me ponga en plan Belén Esteban, es el fiel reflejo de una filosofía jerezana que no conoce para nada a Aristóteles. Y es que aquí pasamos fácilmente, sin ningún tipo de pudor, de estar en Primera y pensar en la Champions, a caernos del ascenso a última hora y creer que lo próximo va a ser la desaparición del club. De la gloria al infierno, en segundos. Así es Jerez y, bueno, también el fútbol en definitiva, porque la memoria es inexistente, y los que antes fueron villanos -y sólo hay que echar la vista atrás poco más de un año para remontarnos a enero de 2008, cuando los jugadores salieron abroncados por cerca de mil aficionados que se agolparon a las puertas de Chapín para pedirles que espabilarán de una vez tras perder por goleada ante Las Palmas- ahora son héroes y están en el altar de la Primera División.
Y lo están porque la liebre ganó su particular carrera. ¿O tal vez es que el Xerez no era ese simpático animalito? ¿Los azulinos eran un galgo más? Por como se fueron desarrollando los acontecimientos, los hombres de Esteban Vigo demostraron que lo que podía ser un lobo con piel de cordero -por todos los avatares y sufrimientos vividos en ese verano donde el club estuvo al borde de echar el cerrojazo por liquidación de no ser por Paco Garrido- acabó siendo una auténtica fiera, devoradora de victorias y récords históricos. Y es que el conjunto xerecista ha superado todas las marcas que había registrado en sus casi 62 sufridos, pero saludables -siempre deportivamente hablando, lo económico y directivo es otro cantar- años de vida.

Se ha sufrido muchísimo, pero atrás han quedado aquellas tardes familiares en el viejo y querido Domecq, tantos y tantos partidos en campos de albero, en el infierno de la Segunda B. Perdido en la memoria queda ya el exilio en Sanlúcar por esos caprichos de Pedro Pacheco, que impidieron que la afición pudiera disfrutar con todas las de la ley en Chapín de la vuelta a la Segunda, con Schuster liderando un proyecto que a punto estuvo de acabar ocho años atrás en la elite, de no ser por ese complot arbitral que se cargó el sueño de toda una afición.
Malos dirigentes, desnudos en Interviu, impagos de hasta ocho meses, caos generalizado e historia de películas ya se han borrado por esa alegría desbordada que ha hecho que los corazones y las almas azulinas exploten de júbilo al son de la Bulería Mecánica, del Boquerón Team, del Xerez de los Récords.

Querido Ángel, el Xerez ya es de Primera, sí, la liebre ganó. ¡Lo conseguimos! Y lo hemos disfrutado también a lo grande, volviendo locas a las compañeras que cada tarde de domingo, cuando los azulinos jugaban fuera, han tenido que aguantarnos y soportar nuestros enfados y alegrías, nuestros cánticos, nuestros goles celebrados por todo lo alto, como si fuera esa final de Champions a la que, sí, esperate un poquito, no vamos a llegar el curso que viene, pero ¿por qué no seguir con este bonito sueño?

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