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Cabezas de lista

Pero la normativa laboral dista mucho de las normas que la clase política establece para sí

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La idea de que después de dos sucesivos procesos electorales no se haya posibilitado un gobierno en España, no solamente debe inducir a la reflexión de cuales son las capacidades de la clase política, sino de cual debería de ser nuestro propio comportamiento electoral, necesitado sin duda igualmente de algunas iniciativas de cambio. A cualquier gerente de una empresa, que después de dos fracasos en su gestión, no sea siquiera capaz de dar una explicación razonable de sus errores, y aún dándola, se le enviaría, por mucho menos que el desgobierno de un año en un estado, a engrosar las filas del desempleo, y sin posibilidad razonable de cobrar un subsidio, dada la procedencia de la medida.
Pero la normativa laboral dista mucho de las normas que la clase política establece para sí. Cesantías, puestos internacionales millonarios que exigen la connivencia de algunas medidas dirigidas claramente contra los que menos tienen, privilegios con apariencias de legalidad… y en este momento concreto, la infinita posibilidad de presentarse a candidato a la presidencia de gobierno de España tantas cuantas veces sea necesario, hasta conseguirlo.
Nada de limitaciones de convocatoria como en la Universidad, nada de nota de corte para la carrera política por encima de la carrera de medicina, aquí no hay tope para la ignorancia, ni desaliento alguno en seguir convocándonos cada semestre.
La idea de que estas personas den un paso atrás, solo uno, el suficiente para que otras de su misma fuerza politica pero con más capacidad de diálogo, puedan intentarlo, debería de ser una obligación moral, a la espera de la reforma constitucional, que debe entrar en esta y otras cuestiones parecidas, ante el cambio de mentalidad de este nuevo siglo cuyo mantra es el “como es posible que no se me reconozca en lo que valgo”

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