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Los últimos ?gaditanos? que quedan en la calle Columela

Pocos negocios netamente gaditanos, con historia y solera, quedan en las calles del centro de la capital. En Columela resisten algunos que, con resignación, reconocen que aceptarían alguna oferta.

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  • Éste es el aspecto que presenta actualmente la calle Columela, una zona céntrica de la capital.
  • INFORMACIÓN hace un recorrido por los pocos comercios de Cádiz que quedan en pie en la zona
  • La tienda de música J.M. también ha sucumbido a la presión de las franquicias. Pasará a ser ?Calzedonia?
“Me acuerdo cuando paseaba con mis hijos por la calle Columela. Todos las navidades íbamos al Bazar España a comprar algunas cositas para adornar el Belén. Es una pena ver cómo ha cambiado todo”. Josefa Ligero, una gaditana de 84 años, recordaba así, con nostalgia, aquellos años de su vida, que al igual que los comercios de la zona, no volverán.
De La Campana, Masorra, El eco de París, Tejidos Escobar, el Café Morante, globería El Globo, el Bazar de la Unión, almacenes Hermu, Casa Molina, Bazar de Don Fermín, y tantos y tantos otros comercios que antes ocupaban la interminable calle Columela sólo se acuerdan ya los que peinan canas.
Sin duda, era un Cádiz distinto, con un comercio mucho más familiar, donde dueños y empleados compartían sus penurias y las crisis, porque también las había, y todo ello al suave aroma del café que despachaban en el Bar Madrid, su lugar de encuentro, ubicado en lo que desde hace ya muchos años es Goya.
Ahora la zona presenta un aspecto muy distinto al de entonces, la presión ejercida por las grandes marcas, está causando estragos. La calle Columela es sólo un ejemplo de ello, pero merece la pena resaltarla. En menos de tres meses han caído dos tiendas. Una de ellas, J.M, espacio que dejará un lado los discos y deuvedés para dar paso a productos de lencería, todo ello bajo el sello de una franquicia. La otra defunción ha sido todavía más dolorosa para los pocos comercios gaditanos que quedan en la calle, al tratrase de una de las tiendas más antiguas: Toso, ese establecimiento de artículos exclusivos también dio el cerrojazo.

un vendedor de relojes
Algunos comerciantes se lamentan del escarnio. Un ejemplo es Toni, el dueño de La Relojería Alemana. Este establecimiento está presente en la arteria comercial del centro histórico desde 1964, aunque el comercio como tal existe hace 150 años, lo que pasa que antes estuvo ubicado en la calle Ancha.
Toni siente nostalgia de los tiempos pasados: “Con los negocios familiares compartíamos más nuestras cosas, no éramos tan rectos, porque no había tantas normas. Era todo mucho más familiar”.
Este valiente asegura que la tendencia actual “está acabando con la idiosincrasia del comerciante gaditano, porque ya nada es de Cádiz”. Además, cree que este modelo no genera tanta riqueza como el anterior, ya que con el comercio tradicional “todo el dinero que entraba en los establecimientos se gastaba en la provincia, ahora todo sale para afuera y las multinacionales no compran aquí ni los tornillos. Eso merma la ciudad y hace que al final pierda empleo y riqueza”.
El tipo de clientela también ha cambiado según Toni: “Antes, como había más variedad se reflejaba en la gente que pasaba por aquí. Ahora la mayoría son chicos jóvenes”. Él también ha pensado en cerrar, pero por ahora aguantará, “aunque me han llegado ofertas y me he sentido tentado”.

solves y sus miles de detalles
Emilio José Alcaraz será la tercera generación que se encargue de mantener en pie una de las tiendas de artículos de regalo más señeras de la capital, y puede que de la provincia: Solves. De hecho, es uno de los pocos establecimientos que mantiene la tradición de atraer a clientes de todos los municipios de Cádiz, como pasaba “antiguamente”, o lo que es lo mismo hasta hace 30 años aproximadamente.
Solves se inauguró en 1924 donde está actualmente. Fue la primera que se volvió a abrir  en Cádiz después de la Guerra Civil. Al principio era una sastrería, pero como el comercio siempre ha tenido que “renovarse o morir” como dice Emilio, su abuelo se vio en la obligación de “dar un giro a la tienda, convirtiéndola en un establecimiento enfocado a los hombres. Más adelante se transformó en lo que hoy en día es”.
Emilio es consciente de que la crisis se nota, pero se la toma con humor, pues dice que la clave para vivir de este negocio es “no asustarse” y, sobre todo, “dar la mejor atención al público”. Este joven tiene muy bien aprendido el oficio, que le viene de sus antepasados: “El mejor consejo que te pueden dar en este mundillo es tratar bien a la clientela, porque de ellos dependemos, y a veces es preferible ceder un poco, porque es lo que te asegura que vuelvan, aunque en otros sitios vean productos más o menos similares y más baratos”.
Esta tienda contiene un sinfín de detalles, desde réplicas de escritorios en caoba del siglo XVI hasta armarios chinos con decenas de departamentos, para clasificar todo tipo de prendas o abalorios.
Aunque Emilio está convencido de que quiere seguir al frente del establecimiento cuando su padre se retire, reconoce que a veces es muy difícil soportar la presión y “la llamada que te hace una oferta curiosa”. El joven coincide con su vecino de calle, Toni, en que las administraciones “ayudan poco al pequeño comercio”. A pesar de todo, él tiene muchas ganas de continuar “y no precisamente para hacerme rico, sino porque esto es mi vida, y quiero mantener la tradición”.

la tienda de los niños
¿Quién no ha pasado por la calle Columela y se ha quedado alguna vez boquiabierto con los escaparates de Goya?
El primer Goya que se abrió en esta calle data de 1962. El segundo es de los años 70, y ocupa el espacio que antes era del Bar Madrid. Desde entonces, siempre ha trabajo con artículos de bebé. Al principio también vendían artículos de mercería, pero finalmente, los pañales consiguieron comerle el terreno a los dedales.
Casimiro Zamora es su propietario. La tienda la abrió su padre, y él quiso seguir con el trabajo empezado por su progenitor. Casimiro asegura que en aquellos tiempos “todo era muy tradicional”. Recuerda con especial nitidez El Eco de París (lo que hoy es Springfield), el Bazar España (Woman Secret) y la joyería Mexía, muy cerca de Isi, concretamente, en lo que hoy es Oysho. El dueño de esta tienda, que en muchas ocasiones los gaditanos confunden con un señor menudo que identificamos con Goya y que ha sido el encargado de vestir a muchísimos niños de Cádiz, también ha sentido a veces tentación de cerrar y vender el local, pero “no lo hago por mí, porque es mi vida, y por los seis empleados que tengo conmigo”.
Casimiro dice que la crisis no es cosa de ahora, pues los comerciantes “siempre hemos estado con el agua al cuello, y no tenemos ayuda para nada”. En cualquier caso, él prefiere la etapa actual, “porque ahora las madres compran de todo para sus hijos, antes no había tantos artículos, y además, compraban un cochecito y servía para los cuatro o cinco niños de la casa. De uno pasaba a otro”.

Y para el caballero...
Confecciones Moral es su establecimiento de la calle Columela. Benito Moral es el propietario actual, aunque la tienda la abrió su abuelo en 1915. Al principio vendía tejidos, hasta que en los años 30 se pasaron a la confección. Siempre enfocada al caballero. Benito se muestra convencido de que “la calle ha venido a peor. Es muy difícil seguir, creo que desapareceremos todos. Si viene una oferta buena la cojo, aunque mi sueño era continuar con el negocio”. Afortunadamente, además de los comentados, aún quedan unos pocos más netamente gaditanos, como la cafetería Andalucía, El Piano, Eutimio, Isi, Vistahermosa, óptica y relojería Regente.

José María Sánchez fue uno de los socios de la tienda Merchán

José María Sánchez tiene más de 90 años. Fue uno de los socios de la tienda Merchán, que cerró en 2005 y que se encontraba ubicada en lo que hoy es Bershka. Aún recuerda con nostalgia los momentos vividos en esa zona cuando era un chaval.

—¿Cuándo se abrió Merchán?
—La tienda se abrió en 1915. La fundó Francisco García Merchán. Él incorporó como socio a mi padre. Recuerdo que el comercio se quemó en el 36 y que la volvimos a abrir en el 39. Al final nos quedamos mis hermanos y yo al frente. Ellos continuaron hasta que se cerró en 2005. Yo me retiré antes, en 1997.
—¿Cúando empezó a notar usted el cambio en la calle?
—El cambio comenzó a notarse especialmente en los años 80. En esos años cambió la decoración de las casas, y la gente empezó a variar en su forma de vestir. Las preferencias del público cambiaron muchísimo, y con esto los comercios. Antes por ejemplo se decoraban mucho los escaparates, y ahora predominan los escaparates despejados.
—¿Cree que antes se generaba más empleo?
—Creo que sí. Antes teníamos a mucha gente trabajando para el comercio: costureras, gente en talleres... Ahora se contratan a unas cuantas personas y, como la ropa sale tan barata, no merece la pena mandarla arreglar, por lo que se pierden muchos puestos de trabajo..
—Los oficios de toda la vida, como las buenas costureras, ¿se están perdiendo?
—Sí, se puede decir que en su mayoría han desaparecido. Me acuerdo que antes la gente adinerada de la provincia venía a la capital a hacerse los trajes. Ahora la gente no gasta tanto en vestirse. Creo que antes la gente vestía mejor.
—¿Cómo recuerda el día del cerrojazo de Merchán?
—Fue un día triste, muy emotivo. Lo recuerdo con nostalgia. Nos despedimos con una carta recordando los productos que habían tenido más demanda a lo largo de nuestra historia.

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