Y la doble moral sigue morando permanentemente en la mayor parte de escaños del Congreso y Senado. Y por ahora, sin visos de cambios ni alternativas. Hemos comprobado que el Parlamento, dependiendo de la ‘categoría’ o la negación de la misma, se declinará por un gesto de reconocimiento. Y lo hará, ya sea con un minuto de silencio, una misiva cuasi amable o con la manida ‘santificación’ de quien ha fallecido. Expertos/as en ‘nadar y guardar la ropa’, en flotar entre las dos aguas, de lo políticamente ‘correcto’ o de lo convenientemente ‘coherente’. No se discute que toda pérdida humana genera en mayor o menor medida un dominó de sufrimiento. Hay quienes en el arropamiento de su condición pública, terminan por ser victimizados/as, hasta que se logra borrar de un plumazo toda una trayectoria repleta de irregularidades. Se pasa, de un día para otro, de ‘demonios’ a ‘ángeles’ o viceversa. La mayoría hemos debatido, con posturas seguramente bipolares, acerca de las diversas respuestas de los partidos políticos frente a la muerte de Rita Barberá. Cabeza visible y polémica que ha representado a Valencia durante décadas, asumiendo cargos de alcaldesa, diputada y senadora. Señalada, en estos últimos años, junto a tantos/as de su misma cuerda ideológica, de ‘supuesto’ blanqueo de capitales y trama de financiaciones ilegales, ha terminado por ser repudiada por la jerarquía de su querido Partido Popular. Que no “me echáis” sino que “me voy” fue su estrategia final, pero eso sí, sin rechazar ninguno de sus privilegios económicos ni su aforamiento. Perder la credibilidad como representante político/a, en este país, tiene los mismos efectos directos y colaterales que traspapelar el envoltorio de un caramelo, es decir, no hay sanción social, sino recompensa. Como sigamos así, se convertirá en un mérito dentro de la trayectoria curricular y profesional de quienes dicen hacer cumplir el reflejo de la diversidad ideológica de la ciudadanía española. A un sector cuantitativo destacable de la estructura bicameral le falta hacer ‘maratones de silencio’ por todas las pérdidas individuales, familiares y colectivas provocadas por una vulneración constante y abusiva de los derechos generales y por la negligencia ante el cumplimiento de sus deberes y obligaciones. Igualmente, por su pésima gestión y administración de los escasos recursos y por hacernos encabezar las listas de los países más corruptos. ¿Un minuto de silencio? Pues que los extiendan y tengan la decencia de realizarlo por quienes han perdido la vida teniendo como causa y telón de fondo la pobreza absoluta, los desahucios, los tijeretazos en las medidas sanitarias y farmacológicas (prevención, detección precoz, promoción de la salud pública, diagnóstico, tratamiento, rehabilitación…), por dinamitar los servicios sociales, por la falta de apoyo real y efectivo a la igualdad entre mujeres y hombres (aumento del terrorismo de la violencia machista, acoso y abuso sexual, brecha salarial…), por el hostigamiento en el mercado de trabajo (precariedad de las condiciones laborales, altas cotas de desempleo de larga duración, falta de cobertura ante riesgos…), por la crisis de valores generalizada (acoso escolar, desigualdad en el acceso a la formación académica, discriminación y exclusión…) ¿Un minuto de silencio? Mejor que se callen, escuchen y se vayan. n
Eutopía
Maratones de Silencio
Y la doble moral sigue morando permanentemente en la mayor parte de escaños del Congreso y Senado. Y por ahora, sin visos de cambios ni alternativas
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