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La tribuna de Viva Sevilla

El informe PISA y la consejera

El reconocimiento del problema, es el primer peldaño para poner la solución, pero la Administración andaluza niega la mayor.

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La publicación del informe PISA de la OCDE ha traído de nuevo aires funestos y aciagos a la política educativa andaluza. Y como los malos estudiantes -que todos saben, menos probablemente ellos, que solo reciben los suspensos que se merecen, ganados a pulso con su falta de esfuerzo-, vienen las excusas de rigor: en un caso, que “he tenido mala suerte y me entró justo lo que peor me sabía”, que “el profesor me tiene manía”, o que “como no tengo un cuarto para mí solo dotado de la última y más sofisticada tecnología, es imposible sacar un triste aprobado en matemáticas de segundo de ESO”,...; y en el otro, que si esto es fruto de la LOMCE, que no he hecho yo y no es culpa mía, que si es que venimos de una situación de partida peor y en estos cuarenta años no he tenido tiempo de reponerme, o que el informe me ha cogido ojeriza y ha ido a los centros con los niveles socioeconómicos más bajos...


Resulta tan pobre y tan lastimero el argumentario que ni siquiera merece el esfuerzo de rebatirlo con lo obvio: que la LOMCE, que apenas se ha aplicado, ha afectado por igual a todas las comunidades y con ello a las que han mejorado sus resultados; que desde la Transición han pasado casi cuarenta años y en todos ellos han gobernado los socialistas en Andalucía, y que cuántos años necesitan para revertir esa diferencia inicial o si es que opinan que eso es insuperable (y en ese caso, deben irse y dejar que pase el siguiente); o que cuestionar el sistema aleatorio de elección de centros por el informe de la OCDE roza la vergüenza ajena.


De verdad que esperaba algo más de nuestra consejera (y debo decir que no hay resquicio de sorna ni ironía alguna en esta frase; de buena fe, esperaba más de su influencia y su intervención en la Consejería, en esto y en todo, pero todo sigue igual... de mal, y empiezo a desesperarme). Más rigor. Más transparencia. Más reconocimiento de la lamentable realidad educativa de nuestra comunidad. Y sobre todo, más alternativas, más soluciones, más autonomía y respeto a la comunidad educativa.

Nuestro gobierno andaluz lo único que hace, en todo, es esperar ¿a qué? pues primero a ver qué hace Pedro, y después a ver qué la gestora del PSOE y Susana y..., mientras la comunidad se desangra.
No seré yo el que eleve a absoluto un análisis.

El informe PISA es un estudio más (aunque con mucha difusión y reconocimiento), no es la Verdad, no lo recoge todo, ni lo pretende. Pero ese no es el caso. La Administración andaluza no quiere ningún informe, porque sabe, como Ud. y como yo, lo que los mismos van a decir. Vamos, que no hace falta que venga PISA a decirnos lo que todos vemos. El reconocimiento del problema, es el primer peldaño para poner la solución, pero si la Administración andaluza niega la mayor, ¿qué cabe esperar del Plan de Éxito Educativo 2016-2020, que aprobó y publicó a finales de noviembre?

Me temo que un nombre rimbombante y fuegos de artificio. Ojalá, de verdad, me equivoque.
Lo peor es que ante esta situación ya sé lo que vendrá a renglón seguido... agitar las manidas banderas ideológicas para distraer. La defensa de la pública, el ataque a la concertada que en enero renueva conciertos, insistir en ese concepto de la escuela pública única y excluyente, que atenta contra la elección de los padres y la libertad de enseñanza constitucional...


Estoy a punto de cerrar con que los andaluces no nos merecemos esto, ni a estos políticos, pero eso sería tan ridículo y desafortunado como el argumentario de la consejera. ¡Claro que nos merecemos esto! Porque además de los políticos, en el fracaso del sistema educativo andaluz algo tendrán que ver los centros educativos, y su manera de gestionar y organizar, y sus docentes, y los padres y, por supuesto, los alumnos; la comunidad educativa en su conjunto, mayoritariamente apática, desesperanzada y acrítica, y los ciudadanos andaluces, que somos quienes ponemos a aquellos cuya mayor excusa sigue siendo lo mal que recibí esto, aunque de eso hayan pasado ya cuarenta años.

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