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Martes 16/04/2024  

Sindéresis

El límite

Si me levanto y me voy cada vez que me interrumpen cuando hablo, al final hablaré solo.

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Me saca de mis casillas que me interrumpan cuando hablo. Sé que todo el mundo no es como yo y que no se van a hacer especiales esfuerzos para no interrumpirme; somos un pueblo mediterráneo para esas cosas. Quien me conoce, me acepta como soy; o no. Tampoco hace falta que me rían todas las gracias. Al fin y al cabo, este es un problema mío que viene de algo mío; mío, a ver si lo vamos pillando.

Yo soy un tío, hetero, blanco; no creo que nadie me interrumpa por lo que soy. ¿Sabéis qué? Si fuese una mujer, negra, lesbiana, también me interrumpirían.

Distinto sería el caso si, estando yo hablando, alguien me dijese: «Cállate de una puta vez». Eso no es un problema mío, es una ofensa, y es clara y objetiva. Supongo que, en alguna parte, hay algo parecido a un límite y que se encuentra con la experiencia y el sentido común, aunque haya personas más picajosas que otras.

Lo que no hay son colectivos más picajosos que otros, a ver si nos vamos enterando. Si alguien intenta hacer trampas jugando a las cartas y le dices «no seas gitano», le des las vueltas que le des, flota en el aire la idea de que, quizá no tú, pero la gente que usaba esa frase cuando tú crecías, sí piensa que ser gitano es sinónimo de tramposo.

Si tienes que dejar dos veces la bombona de butano en el suelo cuando la cargas hacia tu casa y alguien te dice «Qué maricona estás hecha», puede sentarte bien o mal, aunque seas gay, puede que la persona ni siquiera piense en lo que está diciendo, pero flota en el aire la idea de que un gay es más flojo, o no está hecho para los trabajos duros, o lo que sea.

En estos casos, como digo, con un poquito de reflexión y buena voluntad, la gente se puede dar cuenta de la brutalidad que está diciendo y, si realmente no es racista, si realmente no es homófobo, puede mirar un poquito a los lados antes de hablar o, directamente, buscar otras florituras del lenguaje, que es muy rico. O callarse.

Pero amigo, si ves que una mujer hace una maniobra chunga al volante y dices «Mujer tenía que ser», yo creo que se despejan todas las dudas sobre tu intención y tu pensamiento. Si solo te molesta el beso público de dos personas del mismo sexo, si agarras el bolso cuando se te acerca un sudamericano y no un banquero, creo que estaremos todos de acuerdo en que ahí hay algo. ALGO. Llámalo X.

Los límites. ¿Sabéis qué considero que ayuda en esto de mejorar como especie? No ser demasiado picojoso, a nivel personal, con los límites, por una sencilla razón: si todo está mal, nada está mal. Si uno no puede hacer un ejercicio de empatía mínimo con el hablante y su nivel cultural o su procedencia, pues quizá a esa persona deje de merecerle la pena mantener fluido y empático ese canal de comunicación.

Si me levanto y me voy cada vez que me interrumpen cuando hablo, al final hablaré solo. Y no, no voy a crear un grupo de damnificados para que mi protesta cobre fuerza. Los límites, en una sociedad que ahora mismo está creciendo, que está intentando mejorar, deben estar bastante mejor definidos y ser empáticos e incluyentes, creo yo. Si tratas con el mismo desprecio a alguien que no percibe sus propios micromachismos que a un machista peligroso y orgulloso de serlo, ¿sabes qué? La gente es lo que los demás le dicen que es, si no tiene una fuerza de voluntad extraordinaria. Ahora bien: Igual pasa con personas que pertenecen a ciertos colectivos; si vas por ahí diciendo que saltan por nada y que se pican con todo, ¿sabes qué? Que lo mismo la próxima vez que sueltes una gracia desubicada de las tuyas, te mandan a la mierda, por aquello de.

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