4 de Diciembre. Día Nacional de Andalucía, con perdón. ¿Cuándo se quebrará la desigualdad histórica entre las dos Andalucías? ¿Quién portará, mañana, la bandera verde y blanca? ¿Qué significado mantiene el ‘4-D’, 40 años más tarde? Hoy día, convencido de la desaparición formal de todo vestigio andalucista en forma de partido político de los confines de nuestros pueblos, en el andalucismo acérrimo, intransigente, apenas subsisten unas cuantas colonias de antiguos militantes del PA allá donde gobiernan o conservan concejales: ‘Andaluces por Jaén’, ‘Andalucistas de Jaén’ o, simplemente, ‘Andalucistas’. El resto de aquello no existe: desapareció con dignidad, los menos, o se fundió armoniosamente en el PSOE, PP, Podemos e, incluso, Ciudadanos. Como buenos judeoconversos, pasaron a defender las tesis de los partidos centralistas con una naturalidad y un entusiasmo pasmosos, prodigiosos. Es el sino al que siempre estuvo expuesto el edificio del nacionalismo andaluz: el provisionalismo de sus andamiajes locales, su escasa imbricación social, la ambición pragmática de algunos de sus ex dirigentes nada más volver la esquina.
Entrevisté varias veces a Rojas Marcos; inquirí también, cuando se terció, a De los Santos, Uruñuela, Arredonda o Pacheco acerca de la consistencia del mensaje andalucista único, de un solo paraguas en el que refugiarse de los abusos tormentosos del estado central. Luego llegaron los de Antonio Ortega, gobernando y tocando pelo, y nada volvió a ser lo mismo. Enseguida perdieron la virginidad y se hicieron el harakiri a continuación, en cuanto abandonaron los despachos oficiales. Y no, nunca terminaron de convencer, de convencerse. Hoy, ya digo, muchos de ellos, sobreviven mullidamente en las camadas de los partidos estatalistas, cuidándose muy mucho de agitar enseña alguna que no sea la rojigualda. La bandera de Blas Infante se volatilizó hasta de las verbenas y, especie en extinción, se vende mal en los chinos. Tan discretita, al otro lado de la española, medio tapada por la europea y la del municipio. ¿Quién te ha visto y quién te ve, ‘4-D’?
Ahora el andalucismo más institucionalizado de las Andalucías reside a caballo de San Telmo a la Diputación. No trota, galopa: constituye una maquinaria de poder cuasi perfecta. En ello consiste hoy el oficio de la política de mayorías: aprobar presupuestos como churros, a partir del acuerdo de legislatura con C’s. Tres de tres. Y sin sacarla. Susana Díaz es el andalucismo psoísta fetén, rico en carbohidratos de gobierno estable, con el que soñaron en los albores de la Transición Felipe González, Alfonso Guerra, Rafael Escuredo, Manuel Chaves y hasta Pepote Rodríguez de la Borbolla. La presidenta hace de su andalucismo de corte españolista un eslabón imprescindible en la cadena de idas y venidas territoriales que se cuece actualmente en el país. Por su parte, el PP de Javier Arenas nació bajo palio en Triana, con los dientes de marfil de un cuplé a la vera del Guadalquivir y la vista puesta en dar la vuelta milagrosa a la tortilla en el camino hacia El Rocío. Es decir, profesó el andalucismo de cartón piedra en cinemascope desde el primer día. Una admirable revisión del inextinguible señoritismo regionalista andaluz, piadoso y flamenco, liberal de costumbres y económicamente conservador, que homenajea cada 10 de agosto, a prudencial cercanía de donde fusilaron los nacionales, los suyos, los mismos que no quieren sacar a Queipo de Llano de La Macarena, al pobre padre de la patria andaluza, ‘accidente’ por el que nadie aún pidió perdón. ¿Fue aquel ‘4-D’ de 1977, pues, solo la oda desideologizada de un pueblo que ansiaba conquistar el igualitarismo del café para todos y la solidaridad interterritorial? ¿Permanecerá acomodada, cual atrezo, en los palacios sevillanos de la Junta? ¿Reaparecerá insospechadamente en el Teatro Falla a través de una murga contestataria, Canal Sur en directo, compartiendo parrilla con el geriátrico de enamoradizos de Juan y Medio y las encíclicas patrióticas andalucísimas de Manu Sánchez, los tributos periódicos a mitos vivos de la cultura andaluza oficial como Luis García Montero o Miguel Ríos, las reposiciones nostálgicas del Loco de la Colina, el anuncio hollywoodense del próximo rodaje en Málaga de Antonio Banderas y la antología emocionada de los mejores chistes de Chiquito de la Calzada?
Apañarnos con lo que tenemos y disfrutar la vida, dos días, sin riesgo de caer en la prodigalidad reivindicativa. La otra opción, la de cuestionar en mayúsculas estentóreas la desconexión/segunda velocidad que padece la Andalucía Oriental de interior, la nuestra, ese es un camino escarpado que hoy, cuarenta años más tarde, muy pocos echan de menos… “Presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga”. La noche del ocaso de aquella ingenuidad nacionalista que fue el ‘4-D’.