Desde 1999, Estados Unidos
ha vivido más de 200 tiroteos en Centros Educativos. Después de cada tragedia, como la del pasado 14 de febrero, cuando un ex-alumno mató a 17 personas en un instituto de secundaria en Florida, el país se pregunta una y otra vez si la solución pasa por introducir más armas en los colegios o prohibir su presencia.
Hace 7 meses que me trasladé desde El Puerto de Santa María hasta Florida para comenzar a trabajar como profesor en una escuela de primaria y secundaria. A pesar de los meses transcurridos, sigue sorprendiéndome la naturalidad con la que mis alumnos afrontan su día a día en un país donde las armas forman parte de lo cotidiano. Suponía que era cuestión de tiempo adaptarme a esto y a otras muchas cuestiones culturales que conlleva comenzar de cero en un nuevo país tan dispar al mío, pero creo que me iré sin asimilarlo ni entenderlo, 3 códigos rojos en la escuela en tan sólo dos meses, son prueba de ello.
Esta semana hemos tenido charlas con el alumnado para que ellos expresaran sus sentimientos ante la tragedia sucedida. Y una de las cosas que más me sorprendió en estas conversaciones fue una pregunta que me repitieron en varias ocasiones;
“¿Profesor en España como se defienden ante un problema si las armas están prohibidas?”.
El presidente estadounidense, Donald Trump, propuso esta semana armar y entrenar a maestros y profesores para que si irrumpe una persona armada en el centro, puedan proteger a sus alumnos con algo más que sus cuerpos. Sugirió la posibilidad de que algunos profesores o trabajadores de las escuelas del país puedan portar armas de manera oculta para responder rápidamente si se produce un tiroteo.
La propuesta no está tan lejos de la realidad. Al menos 8 estados de los 50 que tiene el país permiten o no prohíben portar armas ocultas en escuelas de primaria y secundaria.
Esta tarde he recibido junto a mis compañeros mi primer
“Active shooter training” (Preparación ante situación real de tiroteo). Creo que esta simple traducción conlleva una reflexión más profunda del problema en cuestión.
Ello demuestra que hay cierta voluntad política de implementar leyes destinadas a convertir a maestros en guardaespaldas armados de estudiantes o, dicho de otro modo, en policías que algún día se encuentren en la vicisitud de tener que disparar a muerte contra uno de sus alumnos. Eso sí, por otra parte armar al personal de todas las 100.000 escuelas públicas del país, sería una operación muy provechosa para las empresas armamentísticas.
La idea de llevar un arma en clase divide al sector educativo. Hay quien cree que es la mejor forma de mantener a salvo a los alumnos, sobre todo en las escuelas rurales, a las que la policía tarda más tiempo en llegar; pero la postura general es de rechazo a la idea por considerar que esa es tarea de las fuerzas de seguridad y que la medida podría dar lugar a toda clase de fatales accidentes.
Para unos, la solución pasa por mayores controles a la venta de armas. Para otros, por hacer mucho más en materia de salud mental.
No tengo ningún instinto de ser un agente de la ley. Mi vocación es ser un profesional de la docencia, seguir formándome y aprender de esta bonita profesión. Si la propuesta del presidente Trump se convierte en una ley federal, no habrá escuelas más seguras, habrá más confusión, un éxodo de educadores, y lo más preocupante de todo es que habrá aún más tragedias.
Carlos Pérez Pérez.
Profesor visitante en Estados Unidos.