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La Taberna de los Sabios

El simio que nos alberga, la persona que somos

Somos simios, superiores si eso nos deja más tranquilos, pero simios al fin y al cabo, señalados, eso sí, por una inteligencia misteriosa

Publicado: 18/09/2018 ·
21:14
· Actualizado: 18/09/2018 · 21:14
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Habitamos sobre el vértigo de nuestro origen. Desde hará unos dos millones de años caminamos erguidos sobre la Iberia ancestral. Si es que fuimos nosotros, claro está, aquellos quienes tallaron los remotos útiles de piedra de Orce y Atapuerca. Parientes cercanos lo somos sin duda, pues compartimos tecnología y trabajo colectivo, tareas definitorias de lo humano. Desde aquello primeros homo hasta hoy, pasando por los enigmáticos neandertales, muchas, muchísimas cosas han ocurrido en el transcurso inimaginable de esos dos millones de años. Migraciones, extinciones, caos, imperios, guerras, ciudades, internet... Y, en estos momentos en los que nos diluimos en la nueva especie digital que conformamos, la Inteligencia Artificial, es bueno volver la vista atrás, siquiera durante unos días, para reflexionar sobre el azaroso camino recorrido. Porque indagar en nuestro origen es comprender la esencia de nuestro futuro. Por eso, aguardamos expectantes las Jornadas de Prehistoria que se celebrarán los próximos días 5 y 6 de octubre en Jerez de la Frontera bajo un título tan sugerente como retador: De los primeros pobladores al ocaso neandertal en la Península Ibérica. O sea, de nosotros mismos porque, sin ellos, nunca hubiéramos llegado a ser lo que hoy somos.

Porque somos sin ser. O somos sin conocer quién somos, que es una forma ausente de no ser. Nos miramos en el espejo y no sabemos reconocernos en el simio lampiño que se nos refleja. Somos simios, superiores si eso nos deja más tranquilos, pero simios al fin y al cabo, señalados, eso sí, por una inteligencia misteriosa que se niega a desvelar su carpintería. La inteligencia nos define como especie. Dejamos de ser monos cuando la inteligencia –o al menos un tipo especial de inteligencia– tomó asiento en nosotros. La evolución, caprichosa y voluble, nos regaló una portentosa capacidad de discernir que nos permite ahora el asombro de indagar en nuestra propia esencia de primate.

En Jerez hablaremos de ciencia, mucha ciencia, lo más importante, sin duda, pero también de su amable embajadora, la divulgación científica. Hablaremos de libros, documentales y, cómo no, también de cine, cine que custodia la llave del prodigio. La oscuridad acogedora de las salas y el terciopelo de su silencio nos permiten el vivir historias increíbles que nos alegran, entristecen o emocionan gracias a la magia transmutadora de la pantalla. Sentados en nuestra butaca, nos convertimos en guerreros de las galaxias, en enamorados desconsolados, en científicas radioactivas. Pero, también, en cazadores prehistóricos, como los de la película ALPHA, en la que viajamos hasta el paleolítico superior de hará unos veinte mil años, cuando los bisontes enseñoreaban los fríos páramos de una Europa glacial. Sentimos en nuestra propia piel la emoción de la gran cacería anual, de la que dependería la supervivencia de la tribu durante los largos meses de invierno.

¿De dónde venimos? Al parecer, los sapiens actuales procedemos de África, donde naceríamos como especie hará unos 250.000 años. Otras teorías defienden que no existiría un único lugar de origen, sino que la evolución se realizaría en diversas geografías de manera más o menos simultánea. Sea la una, la otra o la mezcla de ambas: ¿cómo llegamos los homo Sapiens hasta Europa? ¿Rodeando el Mediterráneo por Oriente Medio? ¿Atravesando el Estrecho de Gibraltar?Entrevisté en Barcelona a Carles Lalueza, biólogo evolutivo del CSIC. Ha estudiado la genética de numerosos restos de épocas distintas y, de los análisis de los correspondientes ADN, deduce realidades curiosas. Por ejemplo, la de que los cazadores de ALPHA no serían blancos, sino de piel muy oscura, casi negros, vaya, lo que denotaría el cercano origen africano. O sea, que los pintores de Altamira y de La Pileta fueron –fuimos– morenos y nosotros sin saberlo.

Pero 20.000 años atrás, fuéramos blancos o negros, que más nos da, éramos ya nosotros. En Jerez retrocederemos cientos de miles de años atrás, para conocer a sus esforzados antecesores, a aquellos homínidos ancestrales que, de alguna manera, aún habitan en nosotros.

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