Con el paso de los días y tras el paso del domingo electoral, la política local se toma un respiro con la llegada de la Feria, pero con un ojo puesto en los posibles pactos que deban definir finalmente la composición del equipo de Gobierno que comande el Ayuntamiento portuense. Aunque eso sí, en política, como en la vida, cualquier cosa es posible y de nada nos podemos ya sorprender. De nada.

Lo que parece claro es que si todo discurre como debe ir, más pronto que tarde -aunque los tiempos que marca Madrid o Barcelona no son los mismos que corren por la calle Larga- y tras los resultados dados, el pacto natural, tan dado ahora a definir la coalición del centro-derecha, es que Ciudadanos termine por decantarse a formar parte del Gobierno y Vox secunde la propuesta.

¿Por qué? Porque a los dos, a los tres, les interesa, sencillamente. Es decir, repetir lo mismo que se ha realizado en San Telmo. Aunque todo esto, y si no al tiempo, habrá mucho ruido antes de la cocción final y la ciudad tendrá otro tripartito.

Esperando, eso sí, que tenga una mejor definición y una mejor gestión. Pero eso es lo esperado. Cualquier otra composición, no solo sería una apuesta cuanto menos atrevida, sino que no tendría ni la bendición ni la apuesta de los que mandan, las fuerzas supralocales.

Y retomando el denostado tripartito, las fisuras que han remarcado los resultados tras el 26M, ni las coaliciones ni los novedosos discursos más feministas ni reivindicativos han valido para frenar lo inevitable: que el votante no quiere más inventos ni más revoluciones.

Quiere realidades y propuestas de tú a tú, de ahí que nuevamente le hayan dado más fuerza al bipartidismo. La izquierda, esa izquierda, tiene dos problemas congénitos, el bipatidismo y la eterna lucha de facciones que solo le llevan a eso, a opositar.