El Puerto de Gáliz, con ?El Igualeja?
El Puerto de Gáliz se ubica en el corazón del parque de Los Alcornacales, a medio camino entre las provincias de Cádiz y Málaga. Este paraje fue testigo de guerras y escaramuzas, pero sobre todo fue el lugar en el moraron Juan ?El Igualeja? y Catalina
El Puerto de Gáliz fue testigo de las guerras de frontera y del ir y venir de las tropas árabes que guerreaban entre el Tempul y Cardela; o de las cristianas que peleaban por la toma de Jimena y de la Serranía de Villaluenga. Conoció después las escaramuzas contra los moriscos, o la rebelión de los monfíes en la zona de los montes de Jerez.
Fue testigo del paso de bandoleros, de arrieros y carboneros, de corcheros y cazadores, de contrabandistas y trajinantes. En la Guerra de la Independencia, estos parajes vieron pasar las tropas del general Ballesteros en sus refriegas serranas contra los franceses… Aún frescos en el recuerdo los bombardeos y la destrucción de La Sauceda, los fusilamientos junto al Marrufo…, el Puerto de Gáliz guarda también memoria del paso de aquellos crímenes de 1936 que esperan aún -por dignidad y justicia- ser reparados.
Hoy en día, el Puerto de Gáliz continua siendo esa encrucijada de caminos entre las carreteras que unen Jerez, San José del Valle y Algar con Cortes y Ubrique, o con Jimena y Alcalá. Y presidiendo este paraje, como un faro entre los bosques de alcornoques, la conocida Venta del Puerto de Gáliz, parada obligada del viajero que transita por estos territorios y aún destino final de otros que quieren disfrutar del paseo y de los magníficos paisajes que nos deparan los Montes de Jerez y los boques de Los Alcornocales (a veces, como en el Viaje a Itaca, lo importante es la travesía).
Y todo ello además de la estampa añeja de esta venta que, en palabras de Elena Posa, “invita a la excursión por si misma”, y a la posibilidad de saborear los mejores platos de carne de caza.
En la cercanías del Puerto de Gáliz no faltan hermosos parajes naturales y rincones con sabor serrano para disfrutar de un día de campo o de un agradable paseo por el monte: La Sauceda, El Marrufo, la Sierra del Aljibe, Los Hurones, El Tempul los Montes de Jerez, El Mojón de la Víbora, el Cerro del Berrueco…, lugares a los que nos acercaremos en futuros artículos.
la antigua casa de juan y catalina
Y junto a todo lo anterior, a los pies de una enorme roca aislada de arenisca del Aljibe que preside el puerto -auténtico monumento natural-, queremos atraer la mirada del viajero hacia las ruinas de una vieja casa ubicada frente a la Venta, al otro lado de la carretera. Es lo que queda de la vieja Venta de Puerto Gáliz.
El Plan General de Ordenación Urbana de Jerez de 1995 incluía esta casa, la Casa Contreras como se la conocía, en su catalogo de bienes a proteger como patrimonio rural y etnográfico gracias al acierto de Manuel Ángel González Fustegueras y José Antonio Márquez, que reconocieron sus valores.
Se quería destacar así la singularidad de esta construcción, claro ejemplo de arquitectura popular, su especial estampa y sabor tradicional. Los que la conocimos antes de su ruina recordamos su horno de pan, su solería de piedra de Tarifa, las vigas de madera que sostenían su tejado de teja árabe, su soberao, el pequeño emparrado de la entrada…
Pero sobre todo, recordamos a sus últimos moradores: Juan El Igualeja y su esposa Catalina. Allí, en su casa, en la venta vieja de Puerto de Galiz, servían, junto a su apacible conversación, algunos refrescos o café de pucherete o unos huevos fritos con chorizo. En ocasiones, los huevos se recogían para la ocasión en el corral de la casa…
Hace casi quince años, la última vez que visitamos la Venta de Juan y Catalina, con Agustín Cuello, Márquez y otros compañeros, en la pequeña estancia donde esta buena gente recibía a sus clientes, visitantes y amigos, podía leerse en un cartelito colgado en la pared: “Casa de Juan El Igualeja. El que tenga bulla, que se vaya”. Toda una rotunda declaración de intenciones. De buenas intenciones.
Cada vez que venimos al Puerto de Gáliz, además de disfrutar de su venta y del paseo, nos gusta acercarnos hasta lo que queda de la casa de Juan El Igualeja. Entre las ruinas, aún pueden verse los restos de aquel viejo sillón donde se sentaban las visitas que no tenían bulla. Estos días de puente son propicios para una excursión reposada.
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