La Isla de Hamelín

Publicado: 23/11/2020
Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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El andalucismo, como el honor, se da por hecho en un representante público andaluz.
El andalucismo bien entendido es la comunión de los que aceptan las cien faces del diamante de nuestra tierra y conservan la capacidad de admirar a las de fuera. El andalucismo mal entendido, el andalucismo panfletario y que, a base de ser tan transversal, es poca cosa más que andalucismo, en San Fernando ha costado millones. El andalucismo partidista, el excluyente, el andalucismo mamón que retrata más azulejos que pantallas led, más flamenco que conciertos de flamenco, más albero que otra cosa, el andalucismo tal como lo describiría un guiri pidiendo suvenires, ese andalucismo que quieren comprar los anticapis a base de escándalos, ese andalucismo hecho para la gente que no sabe leer letra pequeña, y casi ninguna otra más allá de una pancarta electoral, ese andalucismo que no sabe de futuro pero tampoco de historia, ese, el andalucismo corrupto, nos roba, nos ha robado, y nos robará.

Porque el andalucismo, como el honor, se da por hecho en un representante público andaluz. Porque no significa nada en el mismo momento en que se invoca como pretexto. Porque estaría bueno que no lo fueras.

Porque el único partido lo bastante tarado para no ser andalucista en Andalucía es VOX, que a fuerza de no ser cosas, no es ni democrático ni casi un partido.

En San Fernando nos ha costado millones. Nos ha costado que el tranvía pase por la calle Real y no por la ronda del Estero, obra y gracia de Fran Romero, que ahora reniega de ello. Al ser un partido bisagra hasta la presente legislatura, nos ha costado de todo. Nos ha costado un robo de ocho millones. Nos va a costar una indemnización de dos millones de euros. ¿Sabéis que pasó? Pues que el ayuntamiento, nuestro ayuntamiento, le concedió una licencia mal concedida a tanatorio. Esa licencia se acabó eliminando y el tanatorio, como es lógico y normal, por todo el dinero perdido, reclamó una indemnización.

Que vamos a pagar todos, no precisamente el que concedió mal la licencia en primera instancia.

Pero seguid confiando en inútiles que poco más saben aparte de hacerse una foto junto a un azulejo, enchufar allegados y desdecirse de decisiones que tomaron ellos, mitineros bien peinaditos que contratan cartelería con un presupuesto que haría un apaño para paliar el hambre en el Tercer Mundo; o en La Isla. No pasa nada, los malos son los niñatos rojos de Podemos, no pasa nada, excepto que para pagar el pufo impuesto por orden judicial vamos a perder una enorme cantidad de presupuesto en el área del deporte, de la música, del desempleo, de la búsqueda de inversión, de la educación y la sanidad, en todo lo que compete al ayuntamiento.

Que el equipo de gobierno que había en 2004 nos ha dejado con la nevera vacía en 2020 y el aluminio de las ventanas por vender y la ducha con agua fría, pero no pasa nada, son el partido llamado a defender los intereses de Andalucía desde la inutilidad y la vagancia, como los nuevos abanderados, los anticapis, que poco más defienden aparte del azulejo, el flamenco sin conciertos de flamenco, y el albero, la inquina hacia el norte y la ignorancia sobre la naturaleza del sur.

No les deis la razón. No dejéis que a los andaluces nos vuelvan a engañar diciéndonos que podemos ser poco más que andaluces, lo que transformaría la definición de andaluz en alguien tremendamente fácil de engañar, un niño de Hamelin, cualquier cosa que no signifique nada, cualquier cosa que huela a desesperación y al mismo tiempo complacencia.

Hagamos las preguntas adecuadas, siempre, a cualquiera, a partir de ahora. Quién firmó esa licencia. Cómo pudo firmarse si no era correcta. Cuándo se hizo y con qué gobierno. Dónde se tomó la decisión y, sobre todo y por encima de todo, por qué.

No sé si os dais cuenta de que nos estamos jugando las papas cada vez que aplaudimos a un advenedizo, nos venga con la bandera que nos venga, peor aún cuando es la nuestra.

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