Jorge Eduardo Benavides (1964, Arequipa, Perú) es un escritor ganador del XXV Premio de Novela Torrente Ballester y del XIX Unicaja Fernando Quiñones de novela. Ha publicado el libro de cuentos La noche de Morgana y, entre otras novelas La paz de los vencidos, Premio Julio Ramón Ribeyro de novela corta, y Volver a Shangri-La, en 2022.
¿Cómo valora Cádiz como sede del Congreso de la Lengua?
–Dadas las circunstancias, que el Congreso no se pudiera llevar a cabo en la sede original, Arequipa, es sin duda un acierto que la sede que haya aceptado el reto de organizar sea Cádiz, sobre todo por la temática de este Congreso que aborda la migración y el mestizaje y la interculturalidad. Cádiz es una ciudad gravitante para entender la relación de ida y vuelta que ha habido entre España e Hispanoamérica, para el florecimiento de nuestro idioma y para afianzar las estrechas relaciones que desde hace cinco siglos se han forjado de uno y otro lado del Atlántico.
No pudo celebrarse en Arequipa debido a la inestabilidad política. ¿Cómo valora este suceso?
–Como Arequipa es mi ciudad natal, me afectó muy particularmente, pero para todos ha sido un golpe duro, sobre todo para nuestra ciudad y para el comité organizador que trabajó con ahínco. Esperamos y deseamos que haya una próxima ocasión para que Arequipa sea anfitriona y confirme su riqueza y su valor para el idioma y el mestizaje.
¿Cómo vive un peruano en España, viendo desde la lejanía los tristes sucesos de su país?
–Muy preocupado. El país está atravesando una época particularmente difícil y de gran inestabilidad política que afecta a su crecimiento y desarrollo, pero sobre todo siembra la incertidumbre por nuestro futuro para las nuevas generaciones.
¿Cómo está siendo su experiencia en este Congreso?
–Enriquecedora y estimulante, por la gran cantidad de conferenciantes y por la calidad de los mismos que han venido a Cádiz para debatir sobre el futuro del idioma, el mestizaje y la interculturalidad.
¿Y en la ciudad?
–Cádiz es una ciudad que conozco muy bien desde que vivo en España, hace ya treinta años, y siempre me ha parecido vibrante, llena de vida y de cultura, amable y abierta. Además, aquí recibí hace unos años el premio Fernando Quiñones de Novela, de manera que le tengo un cariño especial.
“Cádiz es una ciudad vibrante, llena de vida y de cultura, amable y abierta”
¿Cómo valora el estado del español?
–Muy vivo, muy vigente, asumiendo su reto de seguir siendo uno de los idiomas principales del mundo, tanto por número de hablantes que lo tienen como lengua materna en España, América y África, como segundo idioma para quienes lo adoptan. Tenemos una tradición literaria de influencia universal y ahora el reto es no dejar de tener influencia en otros ámbitos, especialmente en las nuevas tecnologías.
El español hablado en Perú es amplio y diverso. ¿Domina alguna de sus lenguas?
–Tradicionalmente fueron desplazadas por el español. Pero siempre han tenido potencia vehicular y en los últimos tiempos se han potenciado como parte de nuestro acervo lingüístico y cultural. En Arequipa, nuestro poeta más importante, Mariano Melgar, creó el Yaraví, una mezcla de cantares prehispánicos fusionados con estructuras poéticas españolas. Y en la sociedad, desde siempre se han usado términos quechuas que ha aliñado sin problemas nuestra habla cotidiana, de manera que los arequipeños solemos tener frecuencia con el quechua, aunque sea a través de modismos y coloquialismos.
¿Cuál es la mayor riqueza del español de aquí y de allá?
–Su ductibilidad, su inmensa capacidad a la hora de incorporar y asumir como propios términos, palabras y modismos que provienen de otras lenguas, sobre todo nativas de la América Hispana, y que solo hacen que el idioma sea más amplio, más abarcador y universal. A fin de cuentas, ese debe ser el destino de una lengua: unir a los habitantes de muchas regiones, vidas y costumbres diversas para entenderse y construir un mundo mejor.