Las calles de Londres amanecían en la víspera de la primera boda del siglo adornadas con grandes banderas británicas para celebrar con patriotismo la boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton, mientras cientos de personas acampaban anoche en el recorrido que harán los recién casados. Tiendas de lujo, pubs, estancos, grandes almacenes y las principales avenidas de Londres se han vestido de azul, rojo y blanco, los colores de la bandera británica, para celebrar por todo lo alto el enlace de hoy en la Abadía de Westminster, en Londres, del hijo del príncipe Carlos y Diana de Gales.
Fotos de la pareja, cojines, cuadros y hasta sillones con los colores de la enseña nacional adornan los escaparates de las tiendas, mientras turistas y británicos aprovechan el gran ambiente festivo para tomarle fotos a la capital británica. En medio de una gran expectación y de una enorme atención de medios nacionales y extranjeros, cientos de personas tienen claro que tienen que ser los primeros en ser testigos del recorrido que harán Guillermo y Kate cuando salgan de la abadía rumbo al palacio de Buckingham para saludar a la multitud allí congregada.
Tiendas de campaña, mantas e infusiones bien calientes ayudan a pasar el frío nocturno a los que han empezado a acampar. Entre los primeros en ocupar un lugar frente a la abadía está Barbara Gould, una británica de 65 años de Southampton (sur de Inglaterra), que no quiere perderse el gran evento del año porque -según dijo a Efe- la pareja traerá “muchas cosas buenas” y la boda es una forma de “animar al país en medio de tanto desempleo”.
Para Tracy y Adam, jóvenes de 20 años oriundos de Oxford y estudiantes de diseño gráfico, la boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton es la culminación de una “historia de amor muy romántica” y “algo bueno para el futuro del país”.
El jubilado Terry Hutt, de Cambridge, afirmó a Efe que está desde el martes instalado frente a la Abadía de Westminster y cree que el próximo rey de Inglaterra debe ser Guillermo, y no el príncipe Carlos, porque la monarquía necesita “sangre nueva”. “Felicidades al príncipe Guillermo y a Catherine, hip, hip, hurray”, es el cartel que se ha montado Hutt.
Otro de los carteles colgados en las vallas colocadas por la Policía para que la gente no llegue hasta la comitiva real dice: “Hola, estoy loca, soy canadiense” o “No tengo tienda de campaña, hace frío por la noche, pero sí, vale la pena”. Además de carteles, hay globos y la mayoría de la gente lleva sombreros con los colores de la insignia nacional.
Otra mujer que lleva varios días frente al templo ha colgado un cartel con un gran corazón y que reza: “Tendría que haber sido yo”, mientras otras chicas se han puesto tiaras de plástico en el pelo y hasta hay un globo en forma de una botella de champán.
El primero en llegar hasta la abadía fue sido John Loughrey, un británico vestido con un traje de la bandera del país y un gorro haciendo juego, que ha confesado ser un gran admirador de Diana.“Siempre he sido leal a la familia real. Creo que es buena para el Reino Unido y para el turismo. La hemos tenido durante más de mil años y hace una gran contribución al país”, dijo.
En su opinión, Guillermo y Kate estarán juntos “para siempre”, pues “se han tomado su tiempo para casarse, a diferencia de la fallecida princesa (Diana), pues se casó muy joven (20 años)”. Para Ruth, una británica de Surrey, el príncipe Guillermo y Kate “serán buenos" para el futuro del país y opina que el príncipe Carlos debería dejar la línea sucesoria a su hijo mayor. “Diana inspiró en Guillermo otra tipo de monarquía, más cercana a la gente”, dijo Ruth.
una larga noche
Tras una larga noche, los seguidores de este enlace real empezarán a ver a los primeros invitados desde las 8 de la mañana, como marca el protocolo. Tres horas más tarde, llegará la hora de la verdad. La ceremonia durará una hora y cuarto, tras lo cual los recién casados recorrerán en una carroza el centro de Londres hasta el palacio de Buckingham, donde saldrán al balcón para saludar.
Y es que el protocolo marcará al milímetro el desarrollo de la boda real, con la llegada al templo a las 8 de la mañana de los primeros 1.900 invitados, a los que St James's Palace, residencia del príncipe Carlos y sus hijos, ha llamado “la congregación principal”. Los siguientes en llegar serán los jefes de Estado y de Gobierno extranjeros y los miembros de las familias reales, que deberán empezar a ponerse en sus sitios a las 10 de la mañana. Tal y como dicta el protocolo, el novio y el resto de miembros de la familia real británica, con la reina Isabel al frente, serán los últimos en llegar.