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Robots Can Cry y los animatronics creados desde San Fernando para Hollywood

El gaditano Javier Coronilla ha conseguido triunfar en el cine y la televisión con lo que le ha apasionado desde niño: crear criaturas fantásticas

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  • Javier Coronilla, diseñador de animatronics, durante su trabajo para Un monstruo viene a verme -

Soñaba con ser piloto militar, esa era su vocación, pero el haber nacido en la década de los ochenta y crecer con películas como Las Tortugas Ninjas, Cristal Oscuro, Gremlins o Dentro del laberinto, hizo que la curiosidad ganase y se acercara al mundo del cine, tanto que forma parte de él. Javier Coronilla (Cádiz, 1982) es diseñador y técnico de animatronics, ha trabajado en númerosas películas y series, entre las que destacan Un monstruo viene a verme de J. A. Bayona, los episodios VII, VIII y IX de Star Wars, el spin-off Rogue One o Cristal Oscuro: La era de la resistencia. Ahora, se prepara para la segunda temporada de la serie 30 Monedas de HBO Max, disfruta de Alkemist, el podcast que ha creado junto a Ruth Villamagna y Carlos Lorenzo, para hablar de esos oficios escondidos del cine y  continúa con su empresaRobots Can Cry, afincada en San Fernando y dedicada al desarrollo de tecnología animatrónica.

¿Qué es exactamente la animatrónica?

–La técnica audiovisual que consiste en crear personajes mediante el uso de mecanismos robóticos o electrónicos. Nosotros hacemos las tripas de esos personajes de cine para que parezcan vivos. Somos mitad artesanos, ingenieros, fisios, diseñadores y constructores de todo el sistema mecánico.

Imagino que un mundo de difícil acceso, ¿cómo se llega a ser diseñador de animatrónica?

–Yo estudiaba ingeniería mecánica, pero la dejé, me fui a Madrid y de ahí salté a Londres. La animatrónica no es una formación reglada, son profesiones que aprendes de alquien que te traspasa esos conocimientos, y luego tienes que trabajar mucho en casa. Tuve la suerte de llegar a Inglaterra y tener de compañeros a grandes referentes de este mundo como Chris Clarke, Adrian Parish o Gustav Hoegen.

Entonces, ¿es algo que siempre tuviste en mente?

–Soy del 82, me crié con películas como Gremlins, siempre me llamaron las películas de ciencia-ficción, y al final te enamoras de esas películas y del cine. Es verdad que nunca pensé que llegaría a trabajar con esa gente, pero desde niño me resultaba muy curioso el saber cómo se hizo, cómo creaban esas criaturas.

Gracias a la animatrónica has podido trabajar en diferentes países, sin embargo, Robots Can Cry la estableciste en San fernando, ¿cómo surgió?

–Al final te llevas muchos años trabajando en el extranjero, Jordania, Arabia Saudí, Italia, Estambul, muchos países pero al final todo es lo mismo. Es cierto que Londres es más cómodo, pero con las tecnologías que hay hoy, por ejemplo el escaneo 3D, es factible, y terminas pensando en crear industria y riqueza en tu zona.

¿Cómo es el proceso de fabricación de las criaturas?

–Siguiendo el modelo tradicional, tras la aprobación del diseño por parte del director, se hace una escultura a tamaño real de la criatura, se saca el molde, se realizan las pieles, plumas o lo que llevan, y ya luego entramos nosotros. Una vez que tenemos la escultura, ya se empieza a trabajar, vemos el espacio que tenemos, comienzan las reuniones con dirección para saber la psicología del personaje, si es un bicho bueno o malo,  o cómo sonríe, entre otras. Nos solemos fijar en cómo se mueve la gente y lo vamos incorporando basándonos en ese carácter del personaje te pones a diseñar el mecanismo, y cuando se tiene, se unen a las pieles, se pinta y listo para rodar. Ahora con el escaneo en 3D no hay que esperar a la escultura.

Con la irrupción de lo digital, ¿no temes  que llegue a desaparecer la animatrónica?

–No acabará. Siempre es necesario tener algo en el set de rodaje, y ambos equipos nos complementamos. Por ejemplo, nosotros hacemos que la criatura sonría y si necesitas ampliar esa sonrisa pues lo hacen en digital.  No creo que vaya a sustituirla.

¿Cómo hacéis cuando un actor tiene que estar dentro de la criatura?

–Es un poco más complejo, tanto por el espacio para trabajar, como por los sistemas de seguridad que tienes que añadir para que no se lastime la persona, aunque para nosotros que alguien esté dentro es mucho mejor, porque te puedes centrar en la sutileza. En Star Wars el 95% son actores con partes animatrónicas encima.

¿Y cómo es trabajar en ‘Star Wars’?

–Para quien se haya criado con esas películas  no hay nada más grande. Star Wars trajo una nueva forma de crear ciencia-ficción, cambió la forma de hacer cine. Pero en el plano laboral es muy duro, no hay mayor nivel de exigencia, es lo que tiene fabricar criaturas para ser rodadas en primer plano, hay que ir al 200% en los 360º del personaje para que pueda ser grabado desde todos lados en todas las situaciones. Pero allí estaba lo mejor de lo mejor.

Entre tus trabajos, también destaca ‘Un monstruo viene a verme’.

–Surgió mientras estaba haciendo Star Wars, me llamaron y me dijeron que se estaba cocinando algo interesante, y aunque trabajar en Star Wars fue el no va más a nivel de cine internacional, la película de Bayona me fue más personal. Me tocó ser el responsable de la cara del monstruo, además con el regalo de manejar de nariz hacia abajo, mi otro compañero se encargaba de ojos y cejas. Nosotros no hacemos robots ni muñecos, creamos actores. Además en el equipo de esta película éramos todos españoles, fue una experiencia fantástica.

¿En qué otras películas te hubiera gustado trabajar?

-Me hubiera encantado estar en El Señor de los Anillos, pero entonces era muy joven; también me hubiera gustado trabajar en Harry Potter.

Y, ahora, ¿en qué proyectos estás?

-Vamos a empezar con la segunda temporada de la serie 30 Monedas, también tengo otras cosas en cartera, pero aún no puedo decir nada.

Por último, ¿cuál es el objetivo de ‘Alkemist’?

-Alkemist es el podcast que hemos creado en el que hablamos con profesionales del cine que están haciendo cosas muy grandes y que son españoles, es el podcast de los oficios escondidos del cine. Por ahora, hemos tenido la suerte de que no hemos tenido que llamar a nadie, hemos ido tirando de amigos.

 

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