Lo puso de manifiesto
Chuck Lorre a lo largo de las tres excelentes temporadas de
El método Kominsky: la vejez es una puta mierda por muy joven y atractivo que te sientas o por muy bien jubilado que estés. Ignoro hasta qué punto
Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero la han tenido como referencia a la hora de levantar una serie como
Sentimos las molestias, pero el esquema y la estructura narrativa son bastante similares, sin que ello vaya en demérito de la nueva serie de
Movistar+.
Cavestany y Armero, que ya habían formado pareja creativa en la serie
Vergüenza, también eligen como protagonistas de la serie a dos veteranos -ambos de nombre Rafael-, aunque no del cine, sino de la música. Uno, Antonio Resines, es un prestigioso director de orquesta -engreído, narcisista y desagradable, para más señas-; el otro, Miguel Rellán, es una vieja gloria de la movida madrileña, un rockero -bisabuelo y con sonotone- sin oficio ni beneficio, que no ha perdido el don para ligar, ni el pudor para ejercer de mantenido cuando se presta la ocasión de la mano de su tocayo y mejor amigo de siempre. En realidad no se soportan, pero se necesitan. Al primero acaba de dejarlo su mujer -un acierto la presencia de
Fiorella Faltoyano (musa de
Garci en sus inicios)-, y el segundo recibe presiones para que abandone su piso de renta antigua ante el inminente derribo del edificio.
Es el punto de partida para una serie que evoluciona de forma amena, divertida y liberadora -son solo seis episodios de menos de 30 minutos cada uno-, mediante la introducción de pequeñas tramas paralelas que suponen todo un desafío para la extraña pareja de rafaeles, tanto por la forma con la que los afrontan desde su propia parcela vital, como por la manera en que les empujan al precipicio de su inevitable realidad de “personas mayores”. En este sentido, los creadores de la serie aciertan igualmente a la hora de levantar un universo coral a su alrededor en el que destacan la presencia de
María Casal, Melina Matthews, Luisa Gavasa y Tito Valverde, para ir desarrollando situaciones más o menos comunes, pero cargadas de sentido de la comicidad.
Puede que Resines se empeñe más en ser Resines que en ese director de orquesta insorportable que todos dicen que es, y que a Rellán le siente fatal la coleta postiza y tampoco apunte al ídolo generacional que dice ser, pero en ambos casos contribuyen a darle personalidad propia, tanto ellos como Cavestany y Armero.