Una pandemia para
cambiar las vidas de cientos de miles de personas. En Córdoba,
el coronavirus dejó imágenes inéditas. El presidente del Gobierno declaraba el Estado de Alarma y nos llamaba a un
confinamiento total durante quince días. Al final duró alrededor de mes y medio.
Colegios cerrados, calles vacías, desiertas y en las que sólo el sonido de animales o las ambulancias daban algo de vida en medio de un momento de máxima alerta a unos municipios que se cerraron, que bajaron sus persianas, y cuyos vecinos se aprovisionaron de todo para dar comienzo a un encierro obligado en casa. Sobre todo de
papel higiénico, dejando estanterías y supermercados sin stock. Un encierro que convirtió a la televisión y a las redes sociales en la vía para conocer lo que sucedía fuera y al ingenio en el recursos para fabricar mascarillas de tela o pantallas protectoras.
Siguen siendo esenciales, me refiero a los
trabajadores de los supermercados. Al igual que
sanitarios, que desde entonces llevan dejándose el alma para salvar todas las vidas que pueden. Aunque al principio lo hicieron poniéndose bolsas de basura encima y
reutilizando guantes y mascarillas protegerse. Le debemos tanto a los sanitarios que parece mentira la sensación de habernos olvidado de los aplausos de agradecimiento de las ocho de la tarde.
Sólo en Córdoba y según los datos oficiales
se han contagiado más de 141.000 personas. De ellas han podido curarse del coronavirus casi 136.000. En cambio,
ha habido 1.313 personas que han perdido la vida como consecuencia de la pandemia.
1.313 familias rotas por el dolor de decir adiós a un ser querido de la forma menos deseada por cualquier mortal por una soledad que les acompañó hasta el final de sus días cuando tenía que haberlo hecho el cariño y el afecto de los seres queridos.
Por otro lado está la
crisis económica y social. Cientos de negocios cerrados, personas en ERTE, sueños truncados, a los que las administraciones han de seguir haciendo frente con sensibilidad para que no se hundan las familias. ¿Se acuerdan de las colas del hambre de hace un año? Personas que acudían a comedores y a ONGs en busca de ayuda. Eso sacó a relucir la parte más solidaria de todos nosotros.
Dos años después, con seis olas más de coronavirus a nuestras espaldas, tenemos la
Semana Santa a las puertas del templo como diría el capataz a sus costaleros. Este año volverán las procesiones y con ellas las bullas de antes. Después vendrán un esperadísimo mayo cordobés en el que la luz y el color brillarán como nunca antes habíamos visto.