Nacida en Moscú, pero nacionalizada kazaja por cuestiones puramente económicas, Elena Rybakina conquistó su primer Wimbledon ante la tunecina Ons Jabeur (3-6, 6-2 y 6-2) en una edición vetada a rusos y bielorrusos.
La organización, sin embargo, dejó la puerta abierta a que aquellos que hubieran nacido en esos países, pero compitieran bajo la bandera de otro país, pudieran jugar. Es el caso de Rybakina, nacida en 1999 en Moscú, pero que se amparó en Kazajistán en 2018 cuando necesitaba apoyos económicos para dar el paso definitivo al profesionalismo.
Tuvo que elegir entre irse a Estados Unidos a estudiar, con el sustento de becas, o ampararse en la bandera kazaja y cuatro años después de aquella decisión dio a Kazajistán su primer Grand Slam en Wimbledon.
Rybakina se coronó como la campeona más joven en once años en el All England Club y rompió la historia de superación de Jabeur, que optaba a convertirse en la primera árabe en ganar un Grand Slam y en la segunda africana, después de que el sudafricano Johan Kriek ganara el Abierto de Australia en 1981.
Pero la presión derribó a la tunecina, que cayó ante el peso de su propia historia. Hizo un primer set prácticamente perfecto, al que colaboró también una Rybakina que cometió 17 errores no forzados, pero después de ese 6-3 que le dejaba a un paso del título, se fue.
Con todo el público esperando una victoria por la vía rápida de una jugadora con diez victorias seguidas en hierba y con el estatus de número dos del mundo, el cañón de golpes ganadores de Rybakina comenzó a funcionar.
La mejor sacadora del circuito dio su primer manotazo con una rotura en el primer juego del segundo set y, con esa dosis de confianza, fue imparable. Se creyó que podía hacer partido y a Jabeur le entró la ansiedad.
Se le empezaron a ir los juegos en cuestión de segundos, era incapaz de leer el saque de Rybakina y, sobre todo, de romperlo. Dispuso de siete pelotas de rotura en los dos últimos sets y no aprovechó ninguna. Terminó con ella el 0-40 que desperdició para igualar a tres juegos el tercer parcial.
La kazaja le apabulló con 22 golpes ganadores en el segundo y tercer sets y no se dejó amedrentar por el intento de ensuciar el encuentro de Jabeur. La tunecina, más nerviosa que nunca en el torneo, comenzó un carrusel de quejas y peticiones de ojo de halcón tardíos que no despistaron a Rybakina.
Una racha de tres juegos seguidos y un primer punto de partido aprovechado finiquitó el Wimbledon de Jabeur y coronó a la kazaja.
Rybakina, la tenista con más golpes ganadores del torneo y la mejor sacadora, por números del circuito, terminó con una racha de cuatro finales perdidas y se convirtió en la campeona más joven, a sus 23 años, desde Petra Kvitova en 2011. Es el tercer título de su carrera, tras Bucarest 2019 y Hobart 2020.
Sorprendió su pasividad ante el triunfo, con una simple sonrisa y un saludo al público, mientras que Jabeur, incrédula ante su nivel cuando estaba al borde de la victoria, se derretía en su banquillo.
Wimbledon, en la edición que decidió cerrar la puerta a los rusos, se topó con una campeona nacida en Moscú.