Desde la madrugada del pasado sábado, como ustedes saben, Israel está viviendo una situación límite tras el ataque del llamado Movimiento de Resistencia Islámica (con el acrónimo de Hamas), grupo terrorista se mire por donde se mire. Por ahondar un poco en quiénes son estas alimañas, Hamas es un grupo islamista que fue creado a finales de los 80, durante la primera intifada, por el clérigo palestino
Sheikh Ahmed Yassin. Pese a ser suní y compartir ideología con los
musulmanes, recibe el apoyo regional de Irán y del grupo chií libanés
Hezbolá, quienes han entrado ahora en escena desde el norte,acometiendo ataques e incursiones en la frontera de Israel con Líbano.
Fue en 2007 cuando comenzaron a controlar la Franja de Gaza, tras unos duros enfrentamientos con otros movimientos palestinos. Por principios, se niegan a reconocer el Estado de Israel y son considerados una organización terrorista en la UE (tome nota, señora Díaz). Han
pedido que "todo el que tenga un arma debería sacarla", animando así a otras facciones palestinas a unirse a la operación: la ya nombrada Hezbolá o la Yihad Islámica han declarado que se unen a la ofensiva militar.
La pregunta que ronda en el aire es cómo para los servicios secretos de Israel, el todopoderoso Mossad, la operación no ha sido detectada. Mucho me temo que, una vez que las aguas vuelvan a su cauce, van a rodar cabezas en muchos despachos de la inteligencia israelí.
La gente de allí lo está pasando mal, incluso aquellos que viven alejados de la Franja de Gaza. He tenido la ocasión, en estos días, de poder hablar con un amigo, guía turístico para más señas y cuyo nombre prudentemente me reservo. De su mensaje de voz el primer día que contactamos, extraigo frases tan significativas en la tristeza de su voz como estas: “lo que han hecho, ni los animales lo hacen. No lo acabo ni de entender”; “circulan vídeos donde se ve la crudeza con la que han tratado a los inocentes en las casas tomadas”; “tenemos amigos que tenían a sus hijos en la fiesta donde masacraron a tantos jóvenes y en este momento están desaparecidos”, y otros similares que me permitirán que, por su particularidad, me reserve. Como siempre suele pasar en conflictos armados, la población civil es la que siempre pierde.
Es perentoria una mediación internacional efectiva que detenga el baño de sangre y su extensión a zonas como Cisjordania -ni me imagino cómo estarán poblaciones como Betania o Belén- y detener también la tensión en la frontera con Líbano y en los altos del Golán, que puede provocar una situación fuera de control. Una intervención, insisto, contundente contra un grupo armado terrorista que se arroga unos derechos de los que carece. Además, resulta inaplazable abordar un conflicto al que el mundo se ha acostumbrado. Lo urgente es que los terroristas callen sus fusiles e Israel detenga su contraofensiva, por mucho derecho que tenga (que lo tiene) a la defensa de sus territorios. Es necesario, por el bien de todos, alcanzar una solución que pasa por ser la paz duradera y permanente. Para siempre.