Un simple paseo por las calles de nuestra ciudad y una sensación de amargura nos invade. Cuanto potencial, cuantos recursos tristemente desaprovechados. Una ciudad con decenas de km de playas de blanca arena, una climatología privilegiada, envidiada por los foráneos, situada en el centro geográfico de una hermosa bahía, con una vieja y larga historia a sus espaldas…
En fin, que les voy a contar que ya no sepan. Pero qué clase de maleficio nos ha caído encima, qué hemos hecho para sufrir esta mala suerte que permite que El Puerto se haya convertido en una ciudad decadente, apagada, endeudada y pobre. Seamos realistas y valientes. La culpa no es del cielo ni una plaga divina ha caído sobre los portuenses.
Somos nosotros los únicos culpables. Hemos tenido el “cuajo” de elegir durante los últimos 25 años a las personas equivocadas para que gestionen nuestro dinero, el destino de la ciudad y resuelvan nuestros problemas, así que no puede extrañarnos que la situación sea la que es.
Si volvemos la vista atrás dos grandes aspectos nos dan algunas claves: El primero, la falta de un gran proyecto para El Puerto que puede resumirse en tres pilares: Centro urbano, Ribera del río y Playas.
El segundo, la crisis política. En todos estos años nos encontramos con unos gobernantes que empobrecieron el casco histórico, el centro sufrió un abandono deliberado, no existió ningún plan de revitalización, ni de dinamización de lo que debería haber sido el palpitante corazón de una ciudad.
Se tomó el camino contrario, se potenció hasta la exageración el crecimiento desmesurado e incontrolado de la periferia, engañando a los ciudadanos para que violaran las leyes urbanísticas con promesas incumplidas, consiguiendo únicamente empobrecernos a todos y destruir importantes zonas protegidas.
Ello contribuyó a la creación de un municipio amorfo, sin líneas precisas de actuación, con grandes diseminados carentes de los más mínimos servicios. Se generó un problema que perdurará décadas y tiene difícil solución a pesar de nuevas ordenanzas y nuevos cantos de sirena. Las arcas públicas no pueden sostener este sistema y los portuenses afectados se deberán endeudar lo inimaginable para poder tener servicios básicos como agua y luz.
En los noventa nos subimos a lomos del “boom” urbanístico sin que el entonces equipo de gobierno (llámese IP o Ciudadanos) tuviera una idea de qué ciudad necesitábamos los portuenses, olvidó los intereses generales para centrarse en sus propios intereses, nada se hizo en el casco histórico, ni en lo relativo al comercio.
Resultado: llovieron millones de euros sobre nuestras cabezas pero que poco provecho se sacó. Bueno, quizás alguno sí que lo supo aprovechar, pero otra vez en su propio interés.
Eran tiempos de vacas gordas pero ni siquiera sirvió para enderezar las cuentas puesto que la deuda siguió creciendo y los impuestos también. Tampoco se revitalizó ni hubo planes para ambas márgenes del río.
Un río que atraviesa la ciudad y debería haberse convertido en la espina dorsal del municipio. Zonas de ocio con hermosos bulevares, zonas de esparcimiento para las familias y espacios deportivos que hubiesen supuesto nuevas oportunidades de creación de riqueza y empleo, a la vez que se habrían enlazado las 2 orillas acercando a los portuenses. Un proyecto que debiera haber sido realidad hace 15 años todavía espera su materialización.
El gobierno actual se gasta el dinero del que no disponemos dando tumbos, un burguer y una discoteca piensan que es la solución. Finalmente, el litoral. Unas playas que debieran ser mimadas hasta el cansancio, integrándolas definitivamente con el resto de la ciudad.
Tampoco aquí encontramos una idea, un proyecto claro que resolviera este asunto. El Puerto es una ciudad que vive de espaldas al litoral, solo explotadas en la época estival sin sacarle el máximo provecho tal y como hacen muchos otros municipios costeros.
Es preciso un gran paseo que enlace todos los kilómetros de playas y a la par con el río, por supuesto con el máximo respeto al entorno medio ambiental, que sirviera para acercar mar y ciudad posibilitando así nuevas ocasiones de riqueza y rompiera la estacionalidad de nuestras playas, para su disfrute durante todo el año.
El segundo gran aspecto culpable de nuestra situación es la crisis política. Una ciudad tan endeudada, tan abatida, en la que sus habitantes nos sentimos continuamente asfixiados por impuestos cada vez más altos, a los que se les exige que sufran serios recortes de todo tipo, es lícito que nos preguntemos: en estas dos décadas ¿cuántas bajadas de sueldos se han aplicado nuestros representantes? ¿Cuántos puestos de confianza y asesores han eliminado? ¿Cuánto han disminuido las subvenciones a partidos con representación? ¿Cuántos gastos superfluos e innecesarios se han ahorrado? Desgraciadamente todas estas preguntas tienen la misma respuesta.
Nada. En definitiva, se han perdido muchos años y seguimos perdiéndolo. El Puerto necesita nuevas caras, que aporten nuevas ideas, nuevas ilusiones y con la decidida voluntad de llevarlas adelante.
Con miras de futuro, que velen por los intereses comunes. Con proyectos realistas que hagan nuestra querida ciudad más habitable, más rica y más hermosa. Pero también personas que sepan hacer “otra forma de política”, más austera en lo innecesario, más solidaria con la situación de crisis reduciéndose sueldos y privilegios, más valientes para eliminar y reducir cargos y puestos sufragados por todos.
Unas personas que representen una alternativa real, sin populismos ni demagogias.