El abucheo

Publicado: 19/01/2013
El episodio sucedió en la sesión preliminar que tuvo lugar el pasado miércoles en el Gran Teatro Falla y un cuarteto el sufridor de esta humillante acción.
Se trata de una acción que, según las circunstancias, tiene seguimiento en la actualidad. Sólo basta un paseo a lomos del ratón por “youtube” para ver y escuchar que los hay de larga duración, adornados con pitadas, caceroladas y redobles de tambor dedicados a las distintas personalidades que en ese momento están en el candelero por sus acciones o vaya usted a saber. En este caso se trata de una reacción al malestar creado, una protesta ruidosa para llamar y captar la atención. Ahí podríamos quedarnos entendiendo el abucheo como una forma de expresión, sin embargo y sin desviarnos de la definición que recoge el diccionario, rescatamos la que se nos viene a la cabeza en relación con el teatro. Resulta vergonzoso comprobar su vigencia con la inmediatez de unos días de separación.

En otros tiempos, decían las lenguas murmuradoras que la mano de un autor anónimo -a quien, por otra parte, todos conocían- pagaba una claque para cargarse el estreno de otro que por sus méritos o contactos comenzaba a hacerle sombra. Cierto o no, el caso es que tras las primeras líneas del diálogo el silencio del teatro desaparecía con estas muestras de desagrado tan irritantes, logrando el enfado, la frustración y la impotencia tanto de los actores como del patio de butacas. También se daba el caso contrario, aplausos abonados tras la función aunque ésta no los mereciera.

Ciertamente es imposible que una función o una actuación gusten a todos por igual. El público es exigente y su asistencia indica expectación, curiosidad e interés por lo que va a ver. La satisfacción o la decepción aparecen a medida que los minutos transcurren y son estas impresiones las que inducen al espectador a quedarse o a marcharse, a abandonar la sala en caso extremo causando el menor trastorno. No siempre consigue pasar desapercibido, hacer este mutis sin que las pisadas o el giro de las bisagras enmudezcan.

En cualquier caso resulta violento ver una silueta moviéndose en la oscuridad aunque sea unos segundos. La crítica escrita viene después, la que conduce o predispone al público a la hora de elegir, por lo que el abucheo en una función o en una actuación puede resultar más que evitable. Por lo visto no ocurre lo mismo con las sesiones de carnaval, que no hay año que se escapen sin ellos, siendo los cuartetos los sufridores directos. Las mentes prodigiosas de más edad recuerdan episodios de imposible reproducción en este espacio, salidos todos del gallinero, al parecer la parte del teatro donde se paren los numeritos destinados a cargarse el trabajo y la ilusión de los artistas que pisan las tablas.

El episodio sucedió en la sesión preliminar que tuvo lugar el pasado miércoles en el Gran Teatro Falla y un cuarteto el sufridor de esta humillante acción. La escandalera ya estaba encrespada antes de su actuación y en cuanto salieron a escena se apreciaba un interés especial en no dejarlos terminar. En poco tiempo por la sala volaban los abucheos del irrespetuoso sector que los lanzó para que fueran engordando como una bola. La agrupación demostró profesionalidad en la medida que pudo pero en sus voces se adivinaba la ilusión destrozada, tantos meses de trabajo y de ensayos ahogados entre gritos por las ganas de bronca de unos cuantos. Dada la permisividad que otorgan las carnestolendas qué pasaría si las agrupaciones pudieran votar la actuación del público. Seguro que los gallitos cantarían con más cuidado.

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